¿Fue para esto que tú luchaste? Permite, entonces, que fluya la argumentación.
Sí, ya sé; no te gustaba la IV República, ni CAP ni Caldera. Te dejaron de simpatizar AD y COPEI, y tampoco te gustaron el MAS ni La Causa R. Se necesitaba un cambio radical -decías- para que los ladrones dejaran de gobernar. ¿Y el neoliberalismo? ¡Ufff! Eso de que el mercado impere en vez de la justicia social; que los precios suban y no que bajen; y que todo haya que pagarlo para que los oligarcas se enriquezcan, tenía que cesar. La vieja República no daba para más; era necesario que los militares dejaran de ser promovidos por las amantes, según pensabas, y que debían dedicarse a lo suyo, en vez de estarle haciendo la corte a los políticos. Estimabas que era necesario que fuesen profesionales serios. No hay que olvidar que querías un negocio petrolero sin influencia alguna de las transnacionales. ¿Te acuerdas? Había que desterrar "la apertura" como el mayor pecado de entreguismo de los recursos naturales. No te olvidabas de la necesidad de defender la universidad autónoma y democrática frente a los gobiernos que deseaban meterle mano. ¿Y las policías? Las ponderabas como llenas de hienas en las que imperaba la tortura, el maltrato y tantas cosas con respecto a las cuales quisiste pasar la página. En fin, todas esas hambres te trajeron a estos lodos. ¿No será oportuno que hagas un balance, tú, revolucionario? ¿No ha llegado el tiempo de echarle una mirada al espejo?
La Nueva Alternativa. Sí; Fidel, el Che, los caídos en los 60 y tempranos 70, las redadas, las manifestaciones, la kermesse de los jueves en la Plaza Venezuela, el Caracazo. Hechos reales junto a los fantasiosos, formaron esa sólida gana del cambio. La revolución, con esa erre que resuena a revuelta que retumba en la ruta redentora, era el motivo. Pero, ¿dónde estás en este momento? No eres el seguidor de un héroe del Moncada; ni siquiera de un audaz teórico del socialismo; ni tampoco de un arrojado anarquista lanzado por el siglo XIX a estos recovecos. Eres el adepto, el sostén y el aplaudidor de un militar ambicioso y delirante, de los que está llena la historia de América Latina. ¿Cómo es eso? Claro, tienes un argumento. Hay militares progresistas. Son los que vibran con la injusticia social y el tableteo de ametralladoras del Che. Pero, has de darle una vuelta al asunto, aunque te cueste.
Quítale el discurso a este militar al que sigues; bájale el volumen; apágale la corneta. ¿Qué te queda? El desnudo déspota que te insulta cuando quiere; que te achaca sus propios errores y debilidades. El que dice representarte y no te deja hablar. El que cuando parloteas con una posición distinta a la suya, te asegura que estás confundido. Si discrepas, te acusa, oye tú, de contrarrevolucionario o de equivocado o de envenenado por el enemigo. Tu disensión siempre es obra de una influencia externa, maligna, jamás de tu propia deliberación.
Tú buscaste a lo largo de tu vida a un líder revolucionario y hete aquí a la cola de un caudillo militar. Nada parecido a lo que querías.
Zigzags. Dicen que Dios escribe recto pero con los renglones torcidos. A ti te parece que si bien Chávez no es Dios -al menos completamente- puede ser que por una vía rara, esté abriendo el camino a esa revolución que tanto has apetecido. Es -dices- el martillo que la historia te dio. Pero, ¿por qué no escarbas un poco?
Toda tu lucha ahora aterriza en una de las operaciones de saqueo del país de las cuales la de Gómez, por ejemplo, se queda enana. ¿Sabes cómo está Pdvsa? Es una empresa arruinada, que ya no tiene plata en su caja para poder pagar todos sus compromisos. Es la caja chica, negra y arrasada, del régimen que conduce tu admirado líder. ¿Dónde están los sueños de probidad en el manejo de los dineros públicos? Es un saqueo, no de uno o de dos, sino de un enjambre de vividores que se han abalanzado con el antiguo grito de las piñatas: "¡Aquí es! ¡Aquí es!"
Mientras tanto, Rico Mac Pato regala unos taladros aquí, unos millones allá, promete unas empresas acullá, en ese festín del whisky más caro, de Hummer y, en especial, de mutilación de esperanzas. Las de todos, pero especialmente de las tuyas.
El reciente episodio de los 800 mil dólares que volaron a Buenos Aires, es una síntesis de aquello contra lo cual luchaste. Los zánganos del gobierno argentino, junto a los empleados de Pdvsa, a un hijo de alguien que tiene vara alta allí, y a un -al parecer- joven empresario, luego de un vuelo de muchas horas tomaron tierra para ilustrarle al mundo cómo se bate el cobre cuando de revolución se trata. Hasta dicen que al Antonini le echaron el muerto porque el maletín supuestamente lo llevaba otro. En fin, tus luchas han aterrizado en valijas de las cuales ni tienes noticia; a veces te han dicho que están destinadas a fortalecer a Tiro Fijo, a Ollanta, más allá a Daniel Ortega; en realidad, esos maletines van de oficinas lujosas a oficinas lujosas, de ricos a nuevos ricos, y tú, de bobo, crees que es para la revolución mundial.
Los Acusetas. La semana pasada, en Globovision, el periodista Leocenis García acusó en su propia cara a Tascón, de redomado corrupto y de cómplice de esa joyita que ha resultado ser Rafael Ramírez. Y Tascón huía, se replegaba, apenas balbucía respuestas escurridizas. ¿Puedes tú tener en tu elenco de representantes a un personaje como Tascón? Sabes que su lista es la guía de la persecución y de la ruina de centenares de miles de venezolanos que creyeron que lo que estaba escrito en la Constitución -la tuya, la de 1999- era válido. Pero, Tascón es insaciable, se buscó a Eva Golilla para perseguir a otro grupo, esta vez de periodistas. Fíjate las vueltas que da el mundo: se buscan a esta abogada para que fortalezca el engranaje de la persecución; en nombre de tu revolución, el sapeo, la delación, la persecución, y el hostigamiento, se convierten en métodos aceptados. No son sólo Tascón, la Golilla y otros promotores del terror, sino aquéllos que están enchufados en organismos militares y policiales, para espiarte a ti también. Al final, no eres totalmente confiable. Tú también hablas y te quejas y no te gusta y sabes que hay otros como tú; y al Comandante no le agradan tus lamentaciones. Por la mitad de tus descontentos hay varios que han sido lanzados al lodazal y acusados de contrarrevolucionarios.
El Fin de una Quimera. El gobierno podrá durar lo que dure, pero la ilusión revolucionaria, en el sentido de cambio profundo y positivo, ha muerto a manos de Chávez. Eso les pasa a los revolucionarios que se acuestan con militares redentores: terminan embadurnados. Mira, ahora tu responsabilidad es ayudar a que esta pesadilla cese. ¿Tendrás el coraje para planteártelo? ¿Tendrás el valor cívico de hacerlo? ¿No estarás ya demasiado hundido en la ciénaga? Piénsalo.
Ten la gentileza.
Carlos Blanco
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