viernes, 10 de agosto de 2007
Las dos caras de la gringa Eva
- Por actividades en contra de EE UU semejantes a las de la Golinger fueron condenados a prisión, en Miami, cinco cubanos acusados de ser agentes de un país extranjero por no registrarse en los mismos archivos del Departamento de Justicia, en los cuales esta gringa figura recibiendo dinero de la Embajada de Venezuela en Washington
Casi todos los países cuentan con un personaje emblemático asociado a la traición. En EE UU es el general Benedict Arnold; en Francia es el mariscal Philippe Pétain; en Gran Bretaña, Kim Philby; en Venezuela, Carujo y en Méjico La Malinche, princesa indígena que jugó un papel muy activo para que Hernán Cortez sojuzgara a su pueblo.
El cronista, Bernal Díaz del Castillo, la refiere como Doña Marina y otros como La Malinche, derivación fonética de su nombre Malintzin. Doña Marina, amante de Cortez, fue la intérprete y traductora del nahualt, la lingua franca del centro de Méjico. La Malinche sigue siendo en Méjico un símbolo conflictivo de traición y víctima. Pero el pueblo la recuerda como “La Chingada”.
Como su remota semblanza, Doña Eva, la bolivariana, es también la traductora e intérprete de la lingua franca del imperialismo, especialmente de todos aquellos parlamentos y documentos que le han ofrecido al gobierno bolivariano la justificación para perseguir a venezolanos. Quien sabe si la gringa también espera que los aliados de Irán vuelvan “polvo cósmico” a centenares de miles de sus compatriotas o vecinos de Nueva York.
A diferencia de su símil azteca, Doña Eva no esperó que los bolivarianos conquistaran a su país. Impaciente, fue a su encuentro. Desde entonces abandonó su morada de Brooklyn, en donde formaba parte de una banda musical de rockeros, para encabezar una larga lista de extranjeros que, como sanguijuelas, chupan del petróleo venezolano.
Doña Eva padece también de un voraz apetito por la exhibición, característica que la separa del estereotipo de delatores que generalmente trabajan en las sombras, clandestinamente, subrepticiamente, para no activar los resortes legales de su país de origen, el desprecio de sus conciudadanos o las dudas de los que reciben los beneficios de su impudicia.
Doña Eva, como hemos visto, no tiene recato cuando se trata de destruir la reputación de sus compatriotas y de venezolanos. ¿Por qué? ¿Para qué? Veamos.
La traición Por principio, el número de personas enjuiciadas en un país por “traición a la patria” es proporcional a sus violaciones de derechos humanos. En la historia de EE UU difícilmente han alcanzado a una docena los juicios por traición a la patria.
En Gran Bretaña, como en cualquier otra democracia liberal, es parecido. Por el contrario, en la Unión Soviética hubo millones de “traidores”, como ha habido en Cuba, Bielorrusia, Zimbabue y pare de contar.
En Venezuela el delito de “traición a la patria” llegó de la mano de la revolución bolivariana y los delatores son generalmente extranjeros en las sombras o desembozados como en los casos del embajador cubano Sánchez Otero y de Doña Eva, la gringa, o de venezolanos como Mario Silva y Luis Tascón.
Son muchas y variadas las motivaciones de un delator. Los que han estudiado el tema sostienen que los móviles se originan en la patología de una personalidad muy compleja. Expertos de inteligencia que tratan de usar sus servicios como espías, aseguran que el fervor ideológico ayuda a tranquilizarles la conciencia, cuando la tienen.
Uno de los problemas más serios que deben enfrentar los que reclutan y controlan a un delator o espía son los remordimientos.
En las sofisticadas técnicas para reclutarlos el proceso comienza por “ampliar su área de conciencia”. Esto significa que el iniciado responde al principio con compromisos inocentes que no chocan con sus lealtades pero que aumentan progresivamente hasta que su “área de conciencia” sea lo idealmente amplia para exigirles cualquier cosa.
La gringa Cuando contactamos por primera vez, desde Nueva York, a la Golinger en el año 2002, a fin de que comentara en una entrevista para Quinto Día su acusación de “traición a la patria” a María Corina Machado, advertimos que su “área de conciencia” era todavía estrecha. No se sintió bien cuando le preguntamos cómo reaccionaría si el gobierno llevaba a Machado a prisión con el pretexto de sus “denuncias”.
También reaccionó con furia y trató de justificarse cuando publicamos una lista de ciudadanos (entre los cuales se encontraba Doña Eva) y corporaciones estadounidenses, que entre todos totalizaban millones de dólares recibidos del gobierno bolivariano para que ayudaran a mejorar su imagen en la Casa Blanca y el en Congreso del imperio capitalista.
Con los años Doña Eva ha ampliado su “área de conciencia” y ya sin reservas es una profesional delatora de compatriotas suyos y de periodistas venezolanos animada por una pasión extraña, poco común que, como decíamos arriba, no cuadra con el prototipo de delatores que hacen esfuerzos sobrehumanos y desarrollan habilidades extraordinarias para encubrir una actividad que sólo tiene méritos para los enemigos de su patria.
Pero en un país donde su Presidente declara que introdujo clandestinamente a miles de cubanos y en la misma ocasión el funcionario de seguridad del gobierno cubano, Juan José Ravilero, admite que ha infiltrado unos 30.000 delatores cederristas en Venezuela, no tiene nada de extraño que consideren a Doña Eva, con razón o sin ella, una heroína.
Eva, CIA y FBI Sin embargo, hay circunstancias muy extrañas que rodean estas delaciones y traiciones. Por actividades semejantes o peores a las de Doña Eva contra EE UU fueron condenados en Miami cinco cubanos acusados de ser agentes a favor de un país extranjero por no registrarse en los mismos archivos en los cuales Doña Eva aparece recibiendo dinero de la Embajada de Venezuela en Washington.
Es obvio que si la bolivariana era tarifada cuando vivía en EE UU, debe serlo también en Caracas, donde no tiene oficio conocido aparte de las transcripciones y traducciones de su librito y las acusaciones contra 33 periodistas venezolanos.
Esto la hace, para las leyes de EE UU, una agente extranjera. De un centenar de gringos que reciben dinero de la Embajada de Venezuela en Washington, registrados en la sección de Agentes Extranjeros del Departamento de Justicia, la única que reside en Venezuela es Doña Eva.
De acuerdo a las leyes de EE UU, Doña Eva no sólo debe cancelar sus tributos al IRS sino señalar también la fuente de sus ingresos. De no hacerlo, la bolivariana habría incurrido en el mismo delito de estos cubanos.
Por otra parte, si la CIA es la monstruosa y sórdida organización que denuncia el presidente Chávez, destinada a intervenir en otros países por los medios más indecentes, incluyendo el magnicidio ¿cómo es que la gringa bolivariana está en libertad de proclamar, con tanta impunidad su traición a EE UU, alineada como está con un gobierno aliado de Irán que persigue su destrucción? ¿Cómo es eso que en el “asalto” a su casa Doña Eva descarta a la CIA por lo “burdo” de la operación? ¿A quiénes se refiere cuando habla de “burdos”? Una explicación para esta impunidad puede ser que el gobierno de EE UU no toma en serio a la revolución bolivariana y en consecuencia es indulgente con Doña Eva. Algo difícil de creer, pues si en algo tiene razón Chávez, es que la CIA y el FBI no son cofradías de virtuosos cristianos.
La otra versión es que Doña Eva tiene otra cara, la de una patriota y, como sugirió Teodoro Petkoff la pasada semana, es un “mole” (infiltrada) de la CIA a quien le toleran sus “traiciones y delaciones” para que asegure una posición dentro del gobierno que habría sido inconcebible para otro gringo en cualquier otra circunstancia.
¿Doña Eva agente de la CIA? ¿Y Chávez lo ignora? Nada raro en un gobierno de proverbial y “burda” incompetencia, cuyo Presidente nunca aprendió a conjugar el verbo “espiar”.
Orlando Ochoa Terán
www.megaresistencia.com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario