martes, 6 de noviembre de 2007

El dilema de los estudiantes


"Ahí sí no habrá que esperar la ocurrencia de "algo", sino salir a la calle a provocarlo

La insensatez de solicitarle a un pueblo su opinión sobre si quiere o no vivir en dictadura es algo que sólo los déspotas, seguros de dominar todos los mecanismos del poder, se atreven a cometer sin la menor posibilidad de riesgo porque no hay sino una sola opción: la de ellos.

Un verdadero demócrata jamás le pedirá a los electores que lo dejen montado para siempre porque entonces perdería esa condición, es decir, la de demócrata. Por eso hay muchos falsos demócratas que disfrazan sus intenciones haciendo elegir a sus esposas, por muy independientes e inteligentes que éstas sean. Así, guardan las apariencias, cumplen los formalismos y siguen atados al vicio de mandar.

Otros resultan más descarados y se meten a fondo en el asunto, sin tantas mamparas, porque tienen la convicción de que con el mero uso y abuso de los recursos a su disposición, pueden comprar el apoyo popular y establecerse directamente en la tiranía perpetua por la vía del voto.

Y es ese el caso que nos ocupa. Nuestro mandamás particular tiene la convicción de que ni siquiera hace falta recurrir al fraude electrónico para lograr sus objetivos. A fin de cuentas, pensará él, si los votos no alcanzan, manejando, como manejo, al CNE, siempre queda el recurso de alterar los resultados y preparar los cañones para sofocar la protesta.

Por eso siente que va sobreseguro, aunque en esta oportunidad los números no cuadren exactamente a su favor porque una mayoría considerable de electores rechaza su propuesta de hacerlo dictador constitucional. Sólo que la mitad de ese porcentaje, que podría llegar al 60%, no piensa votar por considerarlo inútil e, incluso, un acto de cobarde complicidad con el régimen.

Algunos pensamos todo lo contrario. Cómplice es darle a Chávez una mayoría que no tiene quedándose en la casa a esperar que ocurra "algo" a priori de un eventual fraude. En cambio, si esa mayoría se activa, se organiza, acude a las urnas y participa en todo el proceso, desde el acto de votación hasta el envío de actas, por más trampas que se haga, la victoria saldrá a relucir. Entonces, ahí sí no sólo habrá que esperar la ocurrencia de ese "algo", sino salir a la calle a provocarlo en nombre de la más poderosa de las razones: el respeto a la voluntad popular.

Ahora, ¿quién tiene la autoridad moral, la capacidad de convocatoria y el poder de movilización para despertar a los abstencionistas y ponerlos a vibrar con la posibilidad de una victoria que necesariamente será costosa? Está claro que sólo y quizás a su pesar, la respuesta apunta al movimiento estudiantil. Aunque parezca mentira, por lucir prematura o superior a sus fuerzas, la tarea le corresponde a los estudiantes. En ellos está la decisión de resolver el eterno y estéril dilema que está a punto de consumir lo poco que nos queda de democracia.

Roberto Giusti

http://opinion.eluniversal.com/2007/11/06/opi_10843_art_el-dilema-de-los-est_560688.shtml

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