No se habrán enterado del hecho noticioso de la década por un albañil que se lo gritó desde un segundo piso, como le sucediera al presidente de la república, que se quedó paralizado como una estatua de hielo. Lo habrán hecho al día siguiente, mientras calculaban el estado de las encuestas de sus respectivos prospectos para las elecciones del 23N y ojeaban las noticias regionales para ver el estado de sus negocios. Que al parecer el universo se les redujo a esa ventanita de aspiraciones personales, como un aficionado a la hípica que no piensa en otra cosa que en los aprontes para la carrera del clásico del próximo domingo y ojeaban las noticias regionales para ver el estado de sus negocios: el mundo que se vaya al carajo. Algún segundón indiscreto habrá irrumpido en sus despachos y habrá gritado, dejándolos estupefactos: “¡Coño, qué tremenda vaina le ha echado Uribe a Chávez: liberó a Ingrid Betancourt!”.
Por lo menos Chávez habló. Tarde, mal y desorientado, pero hizo lo suyo. Lo que nadie entiende es que ninguno de los dirigentes de la oposición venezolana haya dicho hasta hoy esta boca es mía ante un acontecimiento de una magnitud verdaderamente descomunal. Que cambia el escenario político en 180º y podría llegar a tener una incidencia decisoria sobre el destino de Venezuela. Si es que el destino de Venezuela les interesa algo más que un rábano. Lo cual no parece ser el caso.
Los canales televisivos no han hecho en todos estos días otra cosa que relatar este acontecimiento que roza la épica hollywoodense. Todos los periódicos del mundo le han dedicado sus portadas. Y desde el Mossad hasta el Servicio Secreto Británico y desde el Pentágono hasta el Palacio de los Elíseos nadie cesa de referirse al caso. En Venezuela, país telenovelero y adolescente, amante de los triunfadores y celebratorio hasta el delirio, no hay dueña de casa, mecánico electricista, ingeniero en refrigeración, chófer de taxi o vendedor de perritos calientes que no haya sentido que se le inflamaba el pecho ante una vaina tan descomunal.
Tienen sobradas razones: ¿cuándo se ha visto que en este matadero siniestro que es la política, en este universo de ladrones, asesinos, tahúres, farsantes y delincuentes ganen los buenos? Y no sólo ganen los buenos, sino que lo hagan con una cortesía digna de Cyrano de Bergerac y los tres Mosqueteros. Ni una gota de sangre, ni un rasguño. Apenas un ojo morado. ¿Habrase visto hazaña más espectacular? Ni Ulises, el famoso Odiseo regresó a casa rodeado de tanto éxito y santidad como Ingrid Betancourt.
¿Qué han dicho al respecto los dirigentes de AD, de Copei, de PJ, de UNT, de PV, de Bandera Roja, de Convergencia? ¿Qué han dicho los candidatos? Los malos de la partida por lo menos han mostrado su disgusto y su mezquindad acusando de mezquina a la heroína de la película. Todo ladrón juzga por su condición. Los de la oposición, ni eso.
¿Con este liderazgo pensamos salir de este berenjenal? Pareciera que Uribe los ha dejado turulatos también a ellos. Medidos con la grandeza del estadista colombiano son una banda de pigmeos. ¡Qué desgracia para un país que parió a Simón Bolívar! Y que Teodoro no venga a quejarse porque critico a los partidos. No valen un medio.
Por Antonio Sanchez García
lunes, 7 de julio de 2008
Los pigmeos de la oposición
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