martes, 22 de julio de 2008

¿"Socialismo del Sixlo XXI"? Esto se parece más al patio de un hospital psiquiátrico a la hora del recreo...



El periodista Carlos Flores relata cómo una rueda de prensa realizada en el estado Carabobo se convierte en total locura cuando los periodistas deciden no preguntarle nada al candidato del Psuv y éste prefiere hablar de complots en vez de presentar su plan de gobierno.

Mario Silva
El candidato que quiere unir a Carabobo

Por Carlos Flores

Son cuatro hombres. Cada uno tiene al menos setenta años. Quizá más. Quizá menos. A su alrededor se reúne buena parte de la gente que ha llegado a la Aldea Bolivariana en el sur de Valencia. Y es que el show ofrecido por estos veteranos llama la atención de no pocos. “¿Y tú qué vas a saber de la historia del comunismo si siempre fuiste adeco?”, pregunta un de los señores, el que usa la gorra roja con bordado de: DELEGADO DEL PSUV, en amarillo, justo al centro. La respuesta del otro, es igual de traviesa: “Y tú, que eres más copeyano que Luis Herrera, ¿me vas a decir que sabes más que yo?… ¿a que no sabes quién fue Lenin?”. Todos ríen. No sólo los visitantes que han sido convocados al evento que ocurrirá dentro de las instalaciones, sino un puñado de periodistas que aguardan desde hace lago rato a un lado de la entrada. Es un debate de ideas, recuerdos y conocimientos donde, ya en tono acalorado, este club de la tercera edad —todos luciendo algún detallito rojo-revolucionario; franela, gorra, chapita o, en el caso del supuesto adeco, un cinturón delgado cuya hebilla es una placa metálica con el rostro del Ché grabado en color negro, y que lucha por aguantar una saltarina panza que ha de ocultar, sin duda, buena parte de la historia cervecera de esta nación— parece una pelea de gallos pero sin gallos. Puros gritos. Citas de Stalin y Marx y Fidel y Chávez. Es una ensalada de conceptos. No hay bases. No hay conocimientos. Sólo golpes de pechos: “Yo sí soy revolucionario y tú no. Tú eras de la Cuarta República”. Al fondo, otro de los septuagenarios, el que menos ha participado de esta deslenguada bronca, de pronto acalla, asesina el verbo de los otros y espabila a la multitud, al disparar: “Todos éramos de la Cuarta República… lo que pasa es que se nos olvidó”. Y la brisa, que se lleva esas palabras, pareciera descongestionar a los fisgones hasta que el mismo grupo que hace poco discutía ahora ya ha desaparecido. Y de los periodistas el que, tras mirar cansinamente el reloj, pregunta: “¿Y cuando aparecerá Mario Silva?”. Silencio. Se aplica el viejo: no sabe / no contesta.

Sigue llegando más gente. Todos de rojo. Falta Belcebú. Aquí, en este extraño lugar, la Aldea Bolivariana —suerte de escuela donde se aplican ideales ¿bolivarianos?—, la espera por el candidato del PSUV a la gobernación del estado Carabobo, Mario Silva, se convierte en cuasi desesperación. Los periodistas están cansados. Y el salón donde el candidato se presentará, está prácticamente lleno de fieles devotos a eso que llaman chavismo y hablan y hablan entre sí, creando un murmullo colectivo definitivamente insoportable. Es como pasar cerca de un salón de clase de bachillerato que fue abandonado súbitamente por el terrible profe de química y todos aprovechan para ventilar la impotencia de no entender lo que pasa cuando un ácido se mezcla con una base. “Mario es del pueblo. Es el chavismo puro, sin política”, me dice una doña que ha perdido varios dientes… y al parecer no se preocupó por encontrarlos. Sin embargo, el mismo comentario es repetido por varios asistentes a ésta, que es la primera gran convocatoria luego de su triunfo en las elecciones internas del PSUV. Mario Silva, “terrorista comunicacional”, ha dejado atrás las viejas disputas (insultos, mentadas de madres y afín) con sus antiguos compañeros de radio y televisión —porque muchos ni recuerdan, en este país desmemoriado, que algún día lo acompañaron Néstor Francia y Eileen Padrón, hasta que los egos devoraron el compañerismo del trío y dejaron a Mario Silva en solitario, protagonizando ese monólogo donde desnuda sus coloridas ideas (a Dios gracias no más que eso), conocido como La Hojilla—. El Mario Silva del presente, el candidato, está lejos de ser el comeoligarcas que sale para atemorizar niños y viejos noche a noche en VTV. Su nuevo mantra es la unidad… a pesar de que su candidatura per se, esté dividiendo al chavismo en el estado Carabobo y quizá en todo el país. O mejor sería preguntarle a su némesis, Lina Ron, quien ha dicho estar segura de que Silva perderá por paliza en las elecciones de noviembre. “Lina Ron no es el chavismo, chavismo. Ella es una oportunista”, sentencia Félix López, quien llegó a esta concentración desde Naguanagua —extremo opuesto de la ciudad— con la única misión de pedirle un autógrafo a Mario Silva para regalárselo a su esposa que cumple años en dos días. “La firma y una torta”, añade en caso de dudas. “Pero igual, yo no voto por Mario Silva. Yo me quedo con Acosta Carlez”.

Sobre un tablón cubierto con un mantel rojo, reposa infinidad de material relativo a la revolución. Se venden chapitas, cachuchas, franelas, destapadores de botellas, relojes, hebillas de cinturón y sombreros con el rostro de Chávez. Hasta tiene la colección de los discursos que el Presidente ha ofrecido este año (sin edición, repletos de insultos a ministros, cancioncitas y chistes), todo “original”, como se lee en un pequeño cartón sobre la mercancía.

Una voz calma a los periodistas. “El candidato los va a atender a ustedes primero y luego hablará con los camaradas en el salón”. Pero el alivio, si alguna vez existió, duró poco menos que el suspiro de un neonato. Y es que la entrada a la improvisada sala de prensa, es custodiada por un moreno muy alto, demasiado robusto y exageradamente malencarado, que ordena “abrir todos los bolsos y carteras”, luego añade, como por no dejar… “por favor”. Aquí comienza el primer round de una rara batalla. “¿Es que tú crees que cargamos una bomba?”, “tranquilo, negrito que no lo vamos a matar”, “yo no tengo pistolas pero segurito que Mario sí”, “esto es un insulto a los medios y a la libertad de prensa”, “qué descaro”. Las quejas de los periodistas —que en total rondan poco más de una veintena, contando camarógrafos y fotógrafos— se convierten en un alboroto tal, que el moreno simplemente abre la puerta y deja entrar a todo aquel que diga que es enviado de un medio de comunicación. Y todos entran empujándose, apurados. Todos quieren estar ahí, frente a esa supuesta fiera televisiva.

Minutos antes, mientras aún esperaban afuera, lo que se podía escuchar del grupo experto en la comunicación, era burlas, insultos. Mario Silva es esto, aquello y un poco más. Para un simple espectador, lo que se venía era un duelo de titanes. En la esquina derecha, los periodistas del centro del país, armados con inteligencia, mordacidad y agudeza y, en la esquina izquierda, ese engendro mediático… Mario Silva, bicho. Sí, así pintaba todo en el papel. La gran batalla, el gran debate que jamás se verá en La Hojilla.

Segundo Round. La entrada en cambote de los periodistas, con cámaras, trípodes, luces y cables abriendo camino, rebasa a los dos o tres personeros de seguridad (mucho menos temible que el portero) que hacen lo posible por colocar en su sitio las sillas de plástico, dispuestas frente a un escritorio, que inicialmente estaban ordenadas pero luego fueron empujabas hacia delante por los periodistas, casi pegándolas del escritorio donde el candidato declarará. Los ánimos se calientan. “Por favor”, dice un joven integrante del equipo de seguridad con voz calmada y, en serio, un tono respetuoso. “¿Será que por favor rodamos las sillas un poco hacia atrás?, es para que las luces no estén tan cerca del escritorio”. Instantáneamente, suena otro rugido: “¿Es que tú piensas que queremos matar a Mario Silva?”, luego, se multiplican estos gritos convertidos en quejas basadas en hipótesis poco menos que descabelladas: “¿Será que piensan que lo queremos quemar con las luces?”, “mira, seguridad, aquí no tenemos bombas”. El pobre chico parpadea. Extiende los brazos como diciendo, ok, dejen las sillas así, no hay problema. Dile NO a la violencia. Otro del equipo de seguridad entra. Camina por la parte trasera del salón. “Es que está viendo si escondimos unos rifles para matar a Mario Silva”, grita uno de los periodistas, elevando el ya inestable clima…

¡Y eso que no ha llegado el candidato Mario Silva!

Tras un par de minutos de tensa calma, una de las periodistas suelta: “¿Y aquí ni agua van a darnos?”. Ahí comienza otra ronda de quejas, de hipótesis aun más extrañas: “es que quieren que estemos cansados para cuando llegue Mario Silva”, y así, el personaje televisivo pareciera dominar la mente de los comunicadores…, aunque no esté su anatomía frente a ellos. Y, justo ahí, para sorpresa del que redacta estas líneas, varios licenciados en comunicación de medios tan importantes como Venevision, El Aragüeño y El Siglo (los dos últimos, diarios de Maracay), planean una fabulosa estrategia para contrarrestar los poderes del villano que están próximos a confrontar. No se trata de una guerra de preguntas que desmoronen el intelecto del candidato ni sacarles algunos de los posiblemente muchos trapos sucios que guarda bajo la cama… no. Esto es mucho mejor. Es más inteligente. Una joya del pensamiento creativo. “No le preguntemos nada. Cuando él llegue lo dejamos hablar y cuando haga la primera pausa… nos llevamos lo equipos y lo dejamos hablando solo”. ¡Genial!… ¿o no?, luego alguien dice: “Ojalá que no salga un novato por ahí a preguntarle algo”. Obvio, qué podría ser peor que hacer un par de preguntas… en una rueda de prensa.

Abren la puerta. Una decena de representantes de medios chavistas entran. Rojo por aquí y por allá también. Todos se acomodan al extremo izquierdo del salón, mientras que los otros medios (sí, escuálidos, miembros de la CIA, etc), prefieren el lado derecho del salón. Un vistazo a la situación y es un perfecto ejemplo de la división nacional. ¿Podría un fotógrafo adepto al gobierno sentarse en el lado derecho?, ¿o Randolfo Blanco apostarse en el lado izquierdo? No. Al menos no esta tarde. La brecha entre los dos bandos es perfectamente identificable.


Tercer Round. Otro alboroto en la puerta. Llegó el candidato. Flashes. Murmullos. Está acompañado de dos hombres y una muchacha. Trae varios periódicos bajo el brazo y toma asiento. Está calmado. Los periodistas —todos—, guardan silencio. “Primero que nada, quiero felicitar a todo el pueblo de Carabobo, específicamente a todos los militantes y aspirantes a militantes del Psuv. Para ellos mis reconocimientos. Efectivamente la batalla que se dio en 12 días, de llevar y de consolidar el poder del pueblo y para el pueblo, fue efectiva. Y lo más importante es que hicieron uso de la herramienta del comandante Hugo Chávez”. Silencio. Flashes. “En segundo lugar, hago un llamado y extensivo a los militantes, a la unidad en todo el estado Carabobo. Cuando hablamos de unidad, hablamos de un trabajo en común con el Plan Nacional Simón Bolívar 2007-2013, del presidente Hugo Chávez”. Básicamente todo esto lo dice como cualquier otro político. En este caso, la palabra que repite es. Unidad. Así como Barack Obama ha patentado su Change, Silva pareciera pretender lo mismo. Aunque al hacerlo, pareciera olvidar cuestiones muy básicas… como que por ejemplo, La Hojilla es todo, menos un programa que ayude a la unidad de los venezolanos. El candidato se mueve en la silla, incómodo. “La Hojilla es revolucionaria pero no hay nada más excluyente que Globovision, Venevision. O sea, ¿qué hacemos?, ¿nos mantenemos callados cuando nos atacan? Por eso yo respondo a todos los medios que hacen esa campaña mediática. Le doy una idea. CNN estaba hoy participando una noticia del referendo de Bolivia. ¿Sabe cómo aparecían las letras? Bolivia y Pando en mayúsculas como si Pando fuera una nación a parte de Bolivia. Si usted estudió periodismo, usted sabe lo que son los mensajes subliminales y en los medios de comunicación privados hay miles. Ese de CNN es uno. Y le doy uno más cerca pues, donde aparecía el comandante Hugo Chávez vaciando una lata de leche, e inmediatamente el discurso del presidente defendiendo a las FARC, y hablando de la coca, dígame si eso no es un mensaje subliminal”. Claro, dirá alguien suspicaz, si uno se pone a jurungar y buscarle cinco patas a un felino, pues, seguramente en algún momento la encontrará… aunque la pata sea de palo. “Camarada, no piense que nosotros somos como Cristo”, añade indignado, “que vamos a poner la otra mejilla para recibir golpes”. Amén. “La cosa no es así”.

Varias preguntas son lanzadas al candidato por los integrantes de los medios que apoyan la revolución, como si un pitcher quinceañero arrojara una endeble recta ante el letal bate de Miguel Cabrera. Silva dispara su discurso con facilidad: consolidar la revolución en Carabobo. “Llamo a los batallones, comunidades, sectores populares. En este momento, hacemos un llamado a la unidad, unidad y trabajo. Las divisiones, todas las divisiones, afectan a la revolución bolivariana”, aunque en estos días también afectan a los opositores. “Eso sí, vamos a estar vigilantes de que la revolución se lleve a cabo”, aprovecha para aclarar, “que hagamos una revolución para todos; incluyente, sin ningún tipo de ideología, la única ideología que nosotros tenemos en este momento es consolidar a la revolución en beneficio de Carabobo”. Palabras sabias. ¿Ideologías?, será para otra ocasión.

El plan de los periodistas opositores va de viento en popa. Silencio sepulcral. Ni una sola pregunta. Entonces el candidato se emociona y habla, habla, habla. Dice poco o nada, pero habla. Se queja del tratamiento que dio el diario El Carabobeño a una de sus apariciones públicas. Y alguna que otra capsulita para los del gremio. “El periodismo”, explica seriamente, “más que un invento es la verdad”, dice muy serio. “Incluso yo no pido tregua al periodismo, porque yo he sido un combatiente en contra de los medios de comunicación que atacan a la revolución y al comandante Hugo Chávez. Yo no le caigo bien a muchos y sinceramente no me importa porque mi función es otra, mi función es llevarle al pueblo venezolano la revolución y la construcción de una patria socialista”.

Otra crítica, muy típica, que se hace a los candidatos es que durante las campañas lucen vehículos que no parecen ser los que, en la vida real, corresponderían con el tamaño de sus garajes. “Pienso que esto es un error en el periodismo… bueno, más que error pareciera desesperación, porque mienten diciendo que uno llega en un carro lujoso”, dice el candidato del Psuv que, casualmente, llegó a esta cita montado en una imponente Toyota Autana. “Pero esa camioneta es prestada”, exclama, como si fuera culpa de los medios describir lo que ven: en este caso, que el señor Silva llegó en una Toyota Autana. “No importa en qué llegué yo. Crear una historia para hacer periodismo no es hacer periodismo. O sea crear una historia para tratar de mal ponerme ante el pueblo de Carabobo, no es hacer periodismo. ¿Por qué tienen que mencionar que llegué en esa camioneta?”. Y cuando parece dejar a un lado el tema de la camioneta, prosigue: “¿Qué busca un medio diciendo que yo ando en camionetotas”, exhala apurado. “El periodismo debe ser de investigación y de información verás”, un sorbo de agua. “¿Qué importancia tiene lo de la camionetota, ante un problema más grande, que es el hambre, la miseria y el deber que tiene todo revolucionario de atacarlas?”.

Tras imponerse, de manera sorpresiva y bastante particular —él dice haber realizado una campaña en los barrios carabobeños durante dos pero todavía no ha salido el primero que diga haberlo visto— ante Francisco Ameliach en las elecciones regionales del PSUV, Silva ha causado una división en el partido. En los mítines queda evidenciado que no todos lo quieren tanto como él dice. Se escuchan pitidos, insultos. Algunos (sí, chapistas con gorras rojitas) asisten a las pocas convocatorias que ha realizado en el estado sólo para intentar molestarlo. Sin mencionar que muchos revolucionarios carabobeños perjuraban que no sería otro que Ameliach el candidato. Y la razón es simple: Ameliach vive en Valencia. Se le puede ver por ahí, en restaurantes muy pero muy caros… sí, pero se le ve.

En un primer y breve encuentro con los medios, pocos días antes de realizarse esta rueda de prensa, un comunicador le soltó a Silva: “Candidato, ¿usted sabe cómo se llama esta calle?”. Su respuesta: “Esa es una pregunta estúpida”. Y se largó, dando la espalda y, tal vez, maldiciendo de no saber dónde diablos estaba parado.

Los comunicadores de los medios opositores se van retirando. Su plan fue un éxito (según ellos, aunque el candidato sigue hablando). Quedan pocos periodistas de medios no oficialistas. Ya la pregunta de dónde nació, Mario contesta: “Ciudad Bolívar”, muy lejos del estado que pretende gobernar y de la gente cuyos problemas aspira solucionar. “Fíjese bien en los datos que aparecen en el CNE. Yo estoy cambiado para Carabobo hace dos meses”, alega. “Le repito, yo soy venezolano, esto es Venezuela, esto está en las normativas del Psuv, todo ciudadano que esté inscrito en el Psuv tiene derecho a postularse”. Aunque lógico sería que el postulado no sólo conociera el nombre de una calle sino de, al menos, la urbanización de se encuentra y los problemas que la comunidad tiene. Pero la solución a todo eso, es la que cualquiera de los muchos candidatos hambrientos de un cargo pondría a la mesa: el plan de gobierno. Esa cajita donde están guardadas promesas, promesas y muchísimos proyectos.


El plan de gobierno de Mario Silva debe ser potente, efectivo, al grano. “¿Tú no sabes lo bello y hermoso que es hacer un proyecto integral para la recuperación de la calidad de vida de todo un pueblo?”, eso es lo que comienza a responder. “¿No sabes? Vas a tener que estudiártela. Es todo un proyecto, es transformar a todo el estado en un estado socialista. Estar ahí con las comunidades”. Luego viene un silencio incómodo. ¿No tiene plan de gobierno? El hombre que no para de hablar, ahora, súbitamente, tiene muy poco que decir, excepto frases muy repetidas y generales: “tenemos que estudiar los problemas de las comunidades”, “profundizaremos en aspectos sociales”, “elevar la calidad de vida”, “no se debe permitir que las misiones disminuyan su calidad”, “atacar los problemas de exclusión”. Así responde ante un plan de gobierno que hasta ahora no existe pero que promete mostrar muy pronto. Lo único que repite es que seguirá el Plan Nacional Simón Bolívar del presidente Hugo Chávez 2007-2013. Y es que plan de cómo Mario Silva pretende gobernar a Carabobo y solucionar sus problemas, aún no está escrito… quizá ni imaginado. Pero no importa. Lo bueno es que el hombre llegó para unir a ricos y pobres, sifrinos y niches, ¿de qué manera?, pues será viendo La Hojilla… porque políticamente hablando, Mario se quedó mudo.

Texto cortesía de Carlos Flores / El Periódico

http://www.noticias24.com/actualidad/?p=16171

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