| POR JOHN LYONS THE WALL STREET JOURNAL |
Esta pareja de clase media planea tomar tanto dinero prestado como le sea posible de un banco local para comprar un apartamento en otro país. Creen que si el bolívar, la moneda venezolana, se hunde contra el dólar, el préstamo será fácil de pagar en dólares, mientras el apartamento mantendrá su valor. "Además, te da un lugar al que escapar en caso de que las cosas se pongan realmente feas", dice Alfred Muñoz, que tiene un pequeño negocio.
Gracias a los altos precios del petróleo, la economía venezolana está en auge. Desde 2004, el país ha experimentado un crecimiento promedio de 12,6% al año, la tasa más rápida de América Latina. Las listas de espera de más de tres meses para comprar un auto nuevo en los concesionarios de Caracas se han convertido en un estándar en medio de una bonanza en el financiamiento al consumidor. El desempleo ha caído a cifras de un solo dígito por primera vez en más de una década.
Pero hay señales de problemas.
La producción de petróleo está decayendo a medida que la petrolera estatal pierde a gerentes y realiza menos inversiones. La inflación ronda el 19% según el gobierno, aunque muchos economistas independientes dicen que es más probable que esté en torno al 25%, dado el creciente papel que juega el mercado negro a la hora de obtener bienes difíciles de encontrar. Una consecuencia es que el bolívar, oficialmente fijado en 2.150 por dólar, ha perdido más de la mitad de su valor en el mercado negro. Muchos venezolanos temen que será inevitable que el gobierno devalúe la moneda y que la inflación se dispare aún más.
La falta de liquidez en el mercado global de crédito causado por los problemas hipotecarios en Estados Unidos es otro motivo de preocupación para los venezolanos. La razón es que los precios del crudo podrían caer si, tal y como temen algunos economistas, una desaceleración mundial en los préstamos conduce a una crisis económica generalizada. Una caída en los precios del petróleo privaría a Chávez de los ingresos que necesita para sus ambiciosos programas sociales. Además, aumentaría aún más la presión sobre el bolívar.
Precios y devaluación Históricamente, las caídas en el valor de las monedas locales y la hiperinflación han causado estragos en América Latina, desestabilizando gobiernos y dispersando la miseria entre la gente con menos recursos. De hecho, el colapso financiero y la alta inflación durante el gobierno de Rafael Caldera a mediados de los años 90 contribuyeron al ascenso al poder de Chávez. Si estos problemas vuelven a surgir en Venezuela, podrían erosionar la popularidad de Chávez y reducir su influencia en la región.
Mientras el bolívar se debilita, las monedas de otras potencias petroleras se han fortalecido. La explicación para esta discrepancia está, al menos en parte, en las políticas económicas de Chávez. Su empeño en gestionar la economía para beneficiar a los pobres ha generado una ola de problemas imprevistos, a los cuales ha respondido con soluciones poco ortodoxas que, a su vez, han causado nuevos problemas. Con cada giro político, gente como los Muñoz se convencen cada vez más de que las cosas se descontrolarán.
Desde 2003, Chávez más que ha duplicado el gasto público en el sector de la salud gratuita, en los aumentos salariales, en los subsidios a la gasolina y en otros servicios.
Esto ha generado una mayor demanda de bienes y servicios, lo cual alimenta la inflación. En respuesta, Chávez ha expandido el control de precios, que ahora abarcan productos como la carne, azúcar, huevos, leche y otros. Esto, a su vez, se ha traducido en la escasez de alimentos, ya que muchos productores se niegan a vender sus bienes a los precios fijados.
Esta combinación de escasez de alimentos, mercados negros y una inflación creciente es una historia conocida para los venezolanos, que han vivido tres crisis financieras desde los años 80. La última fue el colapso de un gran banco, que contribuyó a una crisis monetaria y a una inflación de más de 100% en 1996.
Para protegerse de una situación similar, los venezolanos tratan ahora de adquirir cuantos dólares puedan, debilitando aún más el bolívar.
"Todos sabemos qué se avecina, pero no sabemos cuándo", asegura David Macedo, que conduce una camioneta que provee mercancías a supermercados. Cuando tiene algunos bolívares ahorrados, dice, va al aeropuerto de Caracas a comprar dólares a los turistas. Paga mucho más que la tasa oficial de 2.150, pero por debajo de la tasa del mercado negro, que ahora está en 4.300 bolívares por dólar.
Una vez que la gente anticipa una crisis, se vuelve mucho más difícil evitarla. Este fenómeno se vio en Argentina. En 2001, los argentinos que perdieron la confianza en la capacidad de su gobierno de evitar una cesación de pagos sobre la deuda, comenzaron a retirar en masa sus depósitos bancarios. En última instancia, esto aceleró el colapso económico y el desplome monetario que tanto temían.
`El carril equivocado’ El gobierno de Chávez es consciente de estos peligros y ha prometido reducir la inflación antes que se descontrole. En julio exigió a los bancos que pagaran intereses más altos sobre los depósitos de sus clientes, con la esperanza de alentar el ahorro y hacer que el bolívar sea más atractivo. Pero la nueva tasa es apenas la mitad de la de la inflación. El ministro de Finanzas, Rodrigo Cabezas, dice que el gobierno moderará su gasto por primera vez en años y mantendrá la tasa oficial de cambio al menos hasta 2009. "No tenemos planes de devaluar", asegura.
Pocos economistas predicen graves problemas financieros para el país, al menos mientras los precios del petróleo sigan altos. Pero el pronóstico de largo plazo no está tan claro. Mark Weisbrot, codirector del Centro de Investigación Económica y de Políticas Públicas, una institución con sede en Washington que usualmente apoya las políticas de Chávez, opina que el gobierno aún tiene tiempo para fortalecer el crecimiento económico al invertir en industrias fuera del sector petrolero. Otros economistas no son tan optimistas y aseguran que el gobierno no realiza suficientes inversiones de largo plazo, como construir fábricas, y que aún es demasiado dependiente de sus ingresos petroleros. "No sabemos cuándo sucederá la crisis", dice Alberto Ramos, un economista para América Latina de Goldman Sachs. "Pero Chávez está conduciendo por el carril equivocado".
Muchos venezolanos se están preparando para lo peor. Como Chávez controla el Congreso, los tribunales y las fuerzas armadas, es poco probable que altere su curso económico. Hace unas semanas, Chávez propuso reformas constitucionales que terminarían con la autonomía del banco central y eliminarían los límites a la reelección presidencial, una medida que según sus críticos lo convertiría en presidente vitalicio. Miles de venezolanos en mejor situación económica han dejado el país en los últimos años y se han mudado a Miami o a centros petroleros como Houston o Alberta en Canadá.
El próximo año, Chávez planea relanzar la moneda local, quitándole tres ceros y renombrándola "bolívar fuerte". El plan incluye el regreso de la locha, una moneda de 12,5 centavos que se remonta a los días de Simón Bolívar. Por varios meses, el gobierno ha insistido que la "reconversión" resolverá varios de los problemas del país, como la inflación.
El juego con las tasas de interés Algunas de las políticas de Chávez para reducir la inflación están ayudando a los banqueros, corredores y a otros venezolanos acaudalados. Debido a que los controles de capital limitan la cantidad de bolívares que se pueden transferir fuera del país, los depósitos bancarios se han multiplicado por siete desde 2002. Las firmas financieras han visto florecer su negocio al ayudar a los venezolanos con más recursos a sacar su dinero del país de manera legal mediante intercambios de deuda. Usando bolívares, el cliente compra un título de valores venezolano que se cotiza en una bolsa extranjera, para luego venderlo y recibir el pago en deuda denominada en dólares, como los bonos del Tesoro de EE.UU. El pago se deposita en una cuenta fuera del país.
Un plan de Chávez para fortalecer la moneda mediante un bono de gobierno denominado en dólares también fue un fiasco. El gobierno pensaba que al pedirles a los venezolanos comprar los bonos mediante bolívares, sacaría suficientes bolívares de circulación como para apreciar su valor.
Pero, entre otras cosas, muchos venezolanos financieramente sofisticados utilizaron esos bonos para especular en contra del bolívar. Compraron los bonos con préstamos obtenidos en los bancos locales, y después vendían suficientes papeles a las tasas de interés del mercado negro como para repagar esos préstamos y quedarse con la diferencia. Al explotar la brecha entre las tasas del banco central y las del mercado negro, los inversionistas han logrado acumular dólares gratuitos a costa de las reservas de Venezuela.
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