martes, 25 de diciembre de 2007

Un Bolívar muerto y 800.000 dólares vivos


Comer hallacas con los ojos abiertos, no vaya a ser cosa de un madrugonazo

Como los del Chapulín Colorado, todos los movimientos de Chávez "están fríamente calculados". Inicialmente, había pedido tiempo para elaborar su proyecto de abolir la Constitución y preparar la maquinaria y afinar el ventajismo para hacerlo aprobar, esperando entre otras cosas que lo ayudara el abstencionismo incontaminado "de oposición". Pero en esas el gordo Antonini se dejó pescar "maleteando" unos dólares que trasladaba confiado en que tanto Cadivi como el Seniat se habían hecho una vista tan gorda como, muy justamente, el propio portamaletas, quien olvidó que como dice el dicho, "seguro mató a confianza". Confiado por su parte en su invencibilidad, Chávez decidió adelantar la fecha de un referéndum aprobatorio que estaba seguro de ganar. El adelanto haría que la gente se olvidara de maletines y esas cosas.

Ni para una caimanera

La cuartilla anterior relata una versión de la prisa de Chávez en hacer votar sus "reformas" frente a la cual, debo decirlo, siempre fui escéptico: nunca creía a un gobernante tan cretino como para montar un truco tan infantil. Pero al escuchar ahora la novela río de Chávez sobre la muerte del Libertador a manos de esos colombianos malucos, de lo que comienzo a dudar es de mi escepticismo: pensar que ese alboroto se arma cuando se destapa de nuevo el dolarizado maletín, y para taparlo, no es tan descabellado como lo supuse antes: porque uno puede creer en una coincidencia, pero ¡en dos!.. Chávez pensó en el primer caso que referéndum mata maletín, y que en el segundo, Libertador remata el mismo maletín.

La táctica no era errada, en el escenario de un triunfo suyo del cual Chávez no dudó ni un minuto. Pero en aquel caso, nuestro Chapulín Colorado (o sea, rojo-rojito) "no contaba con la astucia" de un pueblo que logró derrotarlo en el referéndum. Que insista ahora con ese bate quebrado, indica que Chávez no es ni siquiera bueno para una caimanera.

El rancho ardiendo

De modo pues, que no caigamos en la trampa, poniéndonos a discutir sobre las lejanas cenizas del Libertador cuando nuestro propio, contemporáneo, actual, rancho está ardiendo. No caigamos en la trampa: lo que se busca con ese escándalo patriótico es también ocultar que, "a la sombra del misterio" (como hubiese dicho el mismísimo Libertador), Chávez prepara algo grueso.

En primer lugar, busca que la gente, sobre todo en el exterior, se olvide de que fue derrotado en el referéndum. Y además, remendar el capote del desastre del actual diciembre, tratando de rodear el obstáculo de diversas formas, la más peligrosa de las cuales es la convocatoria de una Asamblea Constituyente, idea a la cual es necesario oponerse con toda la energía posible. Entre las razones para oponerse a eso hay dos principales, una de principios y otra circunstancial. La primera es caer en la viejísima maña venezolana de elaborar constituciones inmaculadas nada más que por el gusto de desvirgarlas: "La Constitución es un librito de tapas amarillas que se cambia todos los años y se viola todos los días" solía decir Lucho Villalba.

Argumento de mala fe


Por cierto, séanos permitida una digresión: dicen ahora Chávez y sus "fosforitos" de ambos sexos que la Constitución de 1999 es tan perfecta, que ahora la oposición la defiende y la considera intangible. Ese, por supuesto, es un argumento de mala fe. Lo que se defiende, entre otras partes en esta columna, no es ese adefesio votado en 1999 en medio del deslave de Vargas, sino la existencia de una Constitución, cualquiera que ella sea, frente al propósito de Hugo Chávez que es abolir toda Constitución para disfrutar de un poder discrecional absoluto.

Lo circunstancial a que aludíamos más arriba no lo es del todo, ya que forma parte de la misma tradición. Con excepción de la de 1830, la de 1936, la de 1947 y la de 1961, todas las reformas constitucionales han tenido nombre y apellido, pues lo único que en realidad importaba era eliminar ese molestoso artículo que prohibía la reelección inmediata. Es por eso que a la Asamblea de 1999 la bauticé desde el inicio "la Reelectuyente", y ni siquiera tuve que sentarme a la puerta de mi tienda para ver pasar el cadáver de mi enemigo: la cosa salió tal cual lo dijimos.

Lo único que le interesa


No hay que ser muy agudo para advertir que una nueva Asamblea Constituyente buscaría lo mismo: aprobar lo único que le interesa a nuestro novísimo abridor de sarcófagos, o sea la presidencia vitalicia; tanto que se sentiría complacido en extremo si la nueva Constitución propuesta tuviese un solo artículo: "Se establece la presidencia vitalicia con poderes absolutos del Héroe del Museo Militar, Mariscal Hugo Rafael Chávez Frías, hasta la consumación de los siglos. Firmado, Dios y Chávez, Mariscal Hugo Rafael Chávez Frías, Presidente; Adán Chávez Frías, Secretario. Comuníquese y Publíquese".

Pero no es cosa de broma. La convocatoria a una nueva y muy acelerada Asamblea Constituyente (en un país donde la palabra "constituyente" tiene un hálito mágico) puede ser la más astuta forma de volver a plantear esa abolición de la Constitución que fue derrotada el dos de diciembre. Por mucha paz y tranquilidad que se desee para comer las hallacas, es mejor hacerlo con los ojos bien abiertos para evitar que un madrugonazo nos condene a comerlas intranquilos y con la misma salsa llanera durante muchísimos, demasiados años.

Manuel Caballero

www.eluniversal.com

No hay comentarios: