En su columna de hoy Pablo Aure analiza las causas que motivaron la intentona golpista del 4 de febrero de 1992 y a su juicio, en la actualidad existe un panorama con ciertas similitudes para que se desate un estallido social en el país.
Esta es su columna completa:
Recordemos que las causas que motivaron a los militares golpistas de aquella época, liderados precisamente por el actual presidente, están presentes todavía e, inclusive, se han añadido otras mucho más graves.
Los insurrectos del año 1992 justificaron el golpe en las siguientes razones: la mala gestión económica y política del presidente Pérez; el descontento de los sectores medios y bajos de las Fuerzas Armadas por los hechos de corrupción verificados en los altos mandos militares; la subordinación de las Fuerzas Armadas ante un liderazgo político que consideraban incapaz y corrupto; la utilización de las Fuerzas Armadas, en particular del Ejército y de la Guardia Nacional, en la represión del Caracazo; el deterioro de las condiciones socioeconómicas de la oficialidad media y baja, y de las tropas; el empleo de las Fuerzas Armadas en labores como repartición de útiles escolares, becas alimentarias, campañas de vacunación y de arborización.
Por favor, díganme: ¿eso ahora no es peor? Quienes piensen como pensaba el Hugo Rafael, que se hizo famoso con aquel “por ahora”, no deberían extrañarse si hoy se estuviera tramando cosas parecidas a la de los golpistas de otrora, hoy convertidos en nefastos gobernantes; cosas en las que, por cierto, los civiles no poseemos y ni pretendemos tener experiencia.
Ahora bien, si analizamos las causas que originaron el fallido golpe de Estado de 1992, tendríamos que pensar que Hugo Chávez está haciendo todo lo posible para que se produzca una de las siguientes situaciones: o un levantamiento militar o una revuelta popular.
No quiero escudriñar dentro del pensamiento de los lectores cuál de estos escenarios se imaginan, ni tampoco si lo desean o no. Lo cierto del caso es que la mesa está servida para que algo ocurra en Venezuela.
No se trata de una reflexión insensata, ni tampoco de una esperanza golpista. Nada de eso. Lo que observo es que los recursos económicos con los cuales cuenta el gobierno para mantener contentos a sus seguidores, cada día son menos. Y el aparato productivo del Estado se desvanece por las irresponsables medidas que el Gobierno ha ejecutado.
Se ha empeñado en estatizar todo, en controlarlo todo. En el sector petrolero, por lo menos, ya sabemos qué ha hecho, y en qué condiciones se encuentra PDVSA. Las deudas con las contratistas son sumas multimillonarias de dólares. En una suerte de salto al vacío PDVSA asumió a los trabajadores de las contratistas, a sabiendas de que no podrán satisfacer sus expectativas laborales. Esos trabajadores dentro de muy poco se darán cuenta del engaño presidencial. En pocos meses entrarán a formar parte del staff de desempleados y consecuencialmente enfurecidos por ser víctimas de esa estafa.
Eso es en el sector petrolero, al que también les debemos sumar los tecnócratas despedidos hace algún tiempo por manifestarse contrarios al régimen.
Suerte parecida correrán los trabajadores del sector automotriz. Las grandes empresas cada día se encuentran en peores condiciones. Acá en Carabobo seguramente quedarán cesantes en muy poco tiempo varios miles de trabajadores de la GM, de la Chrysler, y de la Ford, quienes no encontrarán empleo fácilmente.
El acertijo de la destrucción
Ante ese afán destructivo presidencial debemos hacernos las siguientes preguntas: ¿qué persigue el alto gobierno con esta política explosiva; hasta dónde llegará la onda expansiva del estallido y cuándo se producirá?
No hay dudas, el socialismo del siglo XXI, que es el modelo que quiere implementar nuestro presidente, es exactamente igual a los modelos comunistas que han fracasado en el mundo entero y que han llevado a la destrucción y empobrecimiento de los países en los que desgraciadamente ha llegado.
El socialismo chavista, que es lo mismo que el castrocomunismo cubano, tiene como objetivo fundamental perpetuarse en el poder, y, para ello, es necesario que el pueblo dependa enteramente de las dádivas gubernamentales.
Ni para Chávez, ni para Fidel, pueden existir ciudadanos económicamente independientes. Los ciudadanos de los países comunistas subsisten gracias al gobernante. Aquel ciudadano capaz de mantenerse sin la ayuda estatal es un potencial enemigo del régimen y por eso hay que pulverizarlo.
De allí el interés de Chávez en destruir todas las industrias privadas y de asumir todos los trabajadores. El muy bien sabe que esa carga burocrática no hay Estado que la soporte, tarde o temprano se producirá la explosión.
La interrogante que no sabríamos cómo responder es la de los alcances de la onda expansiva, aunque me atrevo a vislumbrar en que nada ni nadie se salvará. Me refiero a los oficialistas, opositores e indiferentes.
Catarro sin pañuelo
Ante este panorama tenebroso y desalentador, los sectores democráticos deben consolidar una unidad de lucha. Deben saber -y reconocer- muy bien quiénes desean construirla y quiénes no. Algunos evidentemente atemorizados y chantajeados por el Gobierno, que lo que buscan es su beneficio personal y para nada les importa el destino del país.
Con que los dejen salir ilesos a los Estados Unidos, donde tienen su asiento principal e inversiones, basta. La unidad de lucha es vital; y la identificación (y aislamiento) de éstos que se han valido circunstancialmente de votación de la oposición democrática para alcanzar posiciones de poder, es importante, si queremos avanzar en firme.
Pablo Aure¡Hasta cuándo!
http://www.noticias24.com/actualidad/noticia/54931/la-mesa-esta-servida-para-que-ocurra-algo-en-venezuela/
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