Virtualmente los periodistas tienen obsesión con el ciudadano Chávez, y esto es indiscutible si se atiende al papel del acaecer noticioso, ya que el Presidente es un personaje informativo al tener la certeza de haber venido a la tierra a ser “luz y no polvo de los caminos tortuosos”.
Cada cierto tiempo -siempre tratándose de su persona- Hugo asombra a propios y extraños. Ayer en Valencia, tras 10 años gobernando con un poder absoluto y manejando la más fabulosa cuantía de dólares que vieron los siglos en Venezuela, confesó pasmado y absorto, cual si acabara de ocupar el sillón de Miraflores, hallarse escandalizado porque millones de compatriotas viven en ranchos.
Este hombre viaja cual correcaminos, conoce los lugares más hermosos y alejados de Gea, pero jamás de los jamases, si nos atenemos a sus palabras, se subió a la azotea del palacio de Misia Jacinta una noche diáfana a posar sus ojos sobre los atestados cerros, ni bajó la cortinilla del supercarro presidencial para observar la realidad que le rodea. Quijotescamente hablando, vive en babia, se guarnece en una pompa de jabón y observa la realidad del país tras unas bambalinas de seda china. Está, con perdón, en la inopia.
Cuenta con el mejor equipo de información contrarrevolucionaria posible: el servicio secreto cubano. Maneja directamente la red comunitaria más extensa vista nunca: 28 televisoras, 238 emisoras de radio, 320 medios de comunicación impresos y 117 espacios en la web computarizada. Nadie tuvo tantos ojos, pero tampoco nadie ve menos. De nada parece enterarse, aunque la realidad pasmosa es otra: no es informado, sus lacayos le engañan, le cuentan cuentecitos dulces, relatos de agraciadas hadas y entonan melodías llaneras para dormirle. Vive en una caja de cristal en lo alto de la montaña sujetando los hilos del Psuv para que ningún borreguito se le descarrile.
Tampoco sabe que cientos de mendigos duermen en las calles. El tráfico es un horror. La basura carcome los espacios públicos. El área metropolitana gobernada por sus dos domésticos más prominentes, Barreto y Bernal, es el reflejo de la desidia. Los homicidios superan las cifras de cualquier conflicto bélico. Aún así, por lo demás: no hay novedad en el país de jauja. Todo marcha a paso de vencedores.
Al final, debemos ser comprensivos: Chávez ignora la existencia de los ranchos al no vivir en esta heredad de gracia. Hace tiempo se fue allende nuestras fronteras a deshacer entuertos. El buen Dios le acompañe.
Rafael del Naranco
El Mundo