viernes, 14 de agosto de 2009

Atorrantes, asaltantes y ladrones


Comenzaron de gestores de créditos hipotecarios de un modesto banco de Mar del Plata. Gracias a sus privilegiadas informaciones confidenciales, podían comprar a precio de gallina flaca las suculentas propiedades de morosos insolventes. Así montaron su capital: con bienes inmuebles arrebatados a desesperados clientes asediados por la miseria y la voracidad crediticia de financistas dignos de la famosa sentencia de Bertolt Brecht, para quien más bandido era quien fundaba un banco que el maleante que lo asaltara. Pregúnteselo al hermanito de Diosdado Cabello, a José Vicente Rangel o a Fernández Barrueco, los últimos bandoleros del régimen. Pronto tendrán la pátina de un Vargas Iruzquín o un Escotet, banqueros de tomo y lomo con propiedades de postín y parentelas encumbradas. Aunque tampoco son de los de trigos de cristal de Bohemia.

Lo que caracteriza a estos nuevos ricachones del Poder - desde los Kirchner, que de ellos se trata - hasta los Cabello y los Fernández Barrueco, los Chávez y los Zelayas - ex muertos de hambre instalados en Wall Street - es su prosapia ideológica: son lo que un diccionario de la revolución llamaría “compañeros de ruta de Carlitos Marx y Federico Engels, crías de Fidel Castro y hermanastros del Ché Guevara”. Los propios ultra izquierdistas. Si Lenin murió pobre como una rata y el Ché inhumado vistiendo harapos y con las manos cortadas, los Kirchner ya tienen hotel ultra chic en la Patagonia, mansiones dignas de Falcon Crest, ropero digno de Jacqueline Kennedy y una colección de zapatos, joyas y relojes que ni el Sha de Persia. No se hable de sus cuentas bancarias.

Dios los cría y el diablo los junta. ¿Cuánto se embolsicaron los Kirchner de los 400 millones de dólares del chequecito que les llevó su compadre Hugo Chávez, tasajo de la compra de Techín? ¿Cuántos se llevara doña Cristina de los miles de millones de la torta que acaba de comprometer para sus pandilleros de la Boca, traídos a Caracas más rápido que súbitamente en cuanto olieron la carroña chavista en la frontera con Colombia? ¿Cuántos quedarán en las cuentas secretas de Corea del Norte, China y otros paraísos fiscales para la monárquica familia de Barinas?

Hay que agradecerle a los Kirchner, peronistas de la ultra, ex montoneros y mafiosos hasta en las miradas - bizcos, como que lo quieren ver todo, no sea cosa que se le escape un negocio - su descaro: así sea una mínima parte del botín, ya confiesan alrededor de diez millones de euros. Ocho veces lo que tenían cuando entraron a la Casa Rosada. Multiplique por cuanto se le antoje y piense mal, que acertará.

Chávez, en cambio, jura ser pobre como una rata. Y su familia, menesterosa como de novela de Charles Dickens. Cuando vaguen por los confines del destierro se sabrá hasta la marca de calzoncillos que usaba el maestrito de escuela que lo parió. De Colombia a Londonderry. Los relojes de Chávez pasarán a formar parte del museo de la corrupción, si es que la primera dama de la dignidad que venga a ocuparse de nuestros huérfanos y huele pegas no los remata para montar por fin los institutos de rehabilitación que un día prometiera y al siguiente olvidara. Miles de dólares pagarán los tarados de la progresía por un calcetín roto de cuando era un muerto de hambre con ínfulas de grandeza. Calcado de Hitler, el vagabundo de München que se apoderó de Europa hasta que termionó en un cenicero.

Es el destino que se merecen estos atorrantes, asaltantes y ladrones. De la sede de la OEA a la cárcel de máxima seguridad. Como el jefecito del Sendero Luminoso o sus mortales enemigos, Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. ¿Será verdad que Rangel Ávalos, Rangel Vale y Rangel Cárdenas - nieto, padre y abuelo - terminarán compartiendo el triste honor de tres generaciones de ladrones en chirona?

Dios así lo quiera.


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