Macaco dice: "Su Real Majestad Imperial, tengo el chiquito fruncido del placer que me da estrechar su augusta mano. Sepa que soy experto en tocar maracas, si Su Real Majestad Imperial lo desea, le toco y le sobo sus imperiales maracas y tambien se las chupo. Entienda que soy el propio hijo de perra mesmo y estoy a sus órdenes. Al fin y al cabo soy un ex-militar castrado, o sea, la mesma mierda pero al cuadrado."
Maripili Hernández tendrá que enrollarse esa lengua y metérsela por donde su jefe suele recomendárselo: tachó de imbéciles a “esos señores que se las dan de internacionalistas y dicen la estupidez de que el comandante va a la cumbre a conseguir la foto con Obama.” Ahí tienes la foto, Maripili: tu jefe, como un vulgar lameculos del Imperio, pidiéndole amistad al presidente de los Estados Unidos: “I wanna be your friend”. ¡Cálatela!
Esa es la realidad, Maripili. Lo único que tu señor ha buscado durante diez años es llegar a convertirse en el Chapita Trujillo de la Casa Blanca, de quien dicen que dijo Roosevelt: “yes, he is a son of a bitch, but he is our son of a bitch: “Ciertamente es un hijo de perra, pero es nuestro hijo de perra.”
Buscó desesperadamente la foto con Bush. No le dio en el gusto. Entonces se deslizó por el enfrentamiento lingual: lo llamó borracho, inepto, ladrón, asesino, burro, diabólico. Lo que no fue ningún impedimento para que estirara la mano y cobrara puntualmente los 850 mil millones de dólares con que ha mantenido su cloaca bucal en permanente ebullición. Esa ha sido su política frente al imperio: convertir a los Estados Unidos en su putching ball ideológico pero entregarle su petróleo puntual y servicialmente. “A son of a bitch, but their son of a bitch”.
Hay que reconocer que en eso, por lo menos, Fidel Castro ha sido consecuente. Lo que tampoco lo exime de dar cuenta de la brutalidad de cincuenta años de tiranía. Tuvo los apéndices que le faltan a su epígono: si por él hubiera sido, aprieta el botón rojo y lanza la bomba atómica sobre Washington. Si no hubiera sido por Kruschev, Cuba hubiera desaparecido del mapa y Miami sería un terreno baldío.
Con Chávez tenemos en cambio al clásico dictador latinoamericano incubado en la pestilente somnolencia de los cuarteles. Lo dijo ayer con todas sus letras el político colombiano Fernando Londoño Hoyos: “Chávez es un pobre diablo, un viejo dictador latinoamericano”. Santa palabra. Como si fuera brujo y hubiera visto en un rasgo premonitorio lo que sucedería pocas horas después: un baboso ex teniente coronel pidiendo amistad, escoltado por un ex chofer de autobús sufriendo un orgasmo ante el gigantesco logro: un apretón de manos y una sonrisita del presidente Obama.
Cree el pobre infeliz que el Departamento de Estado olvidará que lo llamó ignorante, negro, traidor a su raza, etc., etc., etc. Hillary no lo olvidará. El Pentágono tampoco. A menos que siga cuidadosamente los pasos de Raúl Castro y comience a buscar la mano del negro Obama para comer lo que le suelte. Ese es su máxima aspiración: montar su dictadura a la Trujillo, aplastar a la oposición, hostigar, perseguir y encarcelar a su liderazgo y obtener la complicidad y el silencio de los Estados Unidos. Llegar a ser finalmente el soberano "hijo de perra" que fuera Trujillo para Roosevelt. El propio son of a bitch de los yankees.
¿Lo logrará? Depende de nosotros, que ni buscamos ni buscaremos apretones de mano con los poderosos del mundo. No buscamos ni queremos otro que el apretón de manos del pueblo, como el que ayer le dieran los vecinos a Antonio Ledezma rescatándolo de las garras de los esbirros del régimen.Compréndelo de una vez Maripili: tu jefe es tan coprófago como Trujillo. El apretón de Obama no le sacará las patas del barro. Está metido hasta el cogote. Les saldrá caro
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