“Chávez, consumido por su rencor, frustración e impotencia ante tanto descalabro no ha podido aguantarse y aprovechando la tribuna del parlamento que le sirve de bocina ha vuelto hoy a sus andadas, arremetiendo contra todo aquel que no esté dispuesto a lamerle las botas”. Lo dice, en su columna, Antonio Sánchez García.
Esta es su columna completa:
La parábola parece escrita para describir el síndrome del mal que aqueja al teniente coronel, cuyo desequilibrio emocional parece definitivamente incurable. Va el escorpión y le pide a la ranita que por favor lo ayude a cruzar el arroyo. La ranita, mosqueada por las mil y una veces en que los familiares del alacrán han matado a las ranitas que se ofrecieron a cruzarlos se opone con firmeza. Pero tanto son los ruegos del alacrán, tantos los lamentos y tanta sus promesas de enmienda, que termina sintiendo lástima por el solitario y venenoso sujeto. ¿Cómo habría de matarla a ella, si hundiéndose se pierde también él?
Se monta raudo el alacrán y mantiene la compostura hasta que se encuentran en medio del torrente. Entonces, como poseído por los demonios, encorva su espolón, se lo entierra en el lomo a la amable y servicial ranita y le inyecta su letal sustancia. Agonizante la ranita se vuelve y le pregunta asombrada: ¿por qué lo hiciste? Y el alacrán, ahogándose en el charco le responde con una sonrisa maligna: “es mi naturaleza”.
Álvaro Uribe le ha puesto esta mañana en bandeja de plata la ocasión para redimirse. Con sabios y ponderados elogios dignos de un monarca, le ha agradecido su gestión humanitaria. Y ampliando el espectro de su caballerosidad hasta se ha referido a Fidel Castro, a quien también le ha agradecido sus gestiones humanitarias. ¡A Castro, el chacal del Caribe! Hasta el pobre y menesteroso Rodríguez Chacín ha recibido su palmada, él que al despedirse de los terroristas de las FARC los ha tratado como si de camaradas de causa se tratara. Una manera gentil y elegante la de Uribe: abrir los brazos y renovar los interrumpidos lazos de amistad entre los dos pueblos, hermanados por sangre, por historia y por tradición. Le ha ofrecido en los mejores y más elevados términos hacer borrón y cuenta nueva. Lo cortés no quita lo valiente.
Pero Chávez, consumido por su rencor, por su frustración y su impotencia ante tanto descalabro no ha podido aguantarse y aprovechando la tribuna del espurio parlamento que le sirve de bocina ha vuelto a sus andadas, arremetiendo contra todo aquel que no esté dispuesto a lamerle las botas y arrodillársele como ante una divinidad. Con su ya proverbial incontinencia verbal ha arremetido contra la Iglesia, el Vaticano y su representación diplomática en Venezuela, arrastrando en su incontinencia a los rectores que hace nada acompañaran al licenciado Nixon Moreno en el difícil, doloroso y muy lamentable trance que le impone la persecución política del régimen.
Pretendiendo darle una bofetada al digno presidente democrático de la república hermana de Colombia, al pueblo que lo eligiera con una aplastante mayoría y a las miles y miles de víctimas de los crímenes políticos perpetrado por las FARC Y EL ELN – entre los cuales centenas y centenas de secuestrados y asesinados venezolanos - ha hecho un panegírico a las narcoguerrillas colombianas. A las que “aquí se respeta”. Es decir: aquí en Miraflores, entre los partidos que le apoyan y en la Asamblea que le servía de tribuna. ¿Cuenta, para decir tamaño despropósito, con el respaldo de nuestras Fuerzas Armadas Nacionales? ¿Qué estará pensando doña Helena? Sería bueno saberlo.
Olvida el presidente que los alacranes, asediados por la adversidad y cercados por el fuego, suelen aplicarse el veneno ellos mismos para evitarse el trauma de la agonía. ¿Estará pidiendo subliminalmente lo saquen de una vez por todas del Poder, que ya no resiste tanta adversidad? Los psiquiatras tienen la palabra.
CHÁVEZ Y EL ALACRÁN
Antonio Sánchez García
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