Álvaro Uribe se ha anotado uno de los más grandes y trascendentales éxitos de su brillante carrera política: ha acorralado política y militarmente a las FARC, ha desenmascarado ante el mundo su naturaleza criminal, asesina y mentirosa y ha empujado a Hugo Chávez y a todos sus aliados bolivarianos –Fidel Castro, Evo Morales, Rafael Correa, Lula da Silva y el matrimonio Kirchner Fernández, entre otros – al más completo y vergonzante ridículo. Suficientemente adobado por las escatológicas y hamponiles declaraciones de la Sra. Bonafini. Ridículo del que ni siquiera se salva el presidente Sarkozy, que ha demostrado escasa perspicacia en el trato con la criminalidad política latinoamericana. Y un parisino Comité Ingrid Betancourt, que sin entender un rábano de qué va la política en esta región se permitió sentirse asqueado por las FARC y Uribe, metiendo en un mismo saco a víctimas y victimarios.
Dios, bien dice el refrán, ciega a quienes quiere perder. La izquierda latinoamericana y mundial, aprisionada en sus mitos y lugares comunes, en sus prejuicios ancestrales y sus maniqueísmos seculares, se ha permitido coquetear con un teniente coronel de igual o peor calaña que el teniente coronel Tejero, ese impresentable militarote español que pretendiera un golpe de estado en febrero de 1981. Se ha negado durante nueve años a darle la más mínima credibilidad al angustioso reclamo de la oposición democrática venezolana, incumpliendo incluso su responsabilidad ante viejas deudas: ¿no fue esa oposición, cuando fuera gobierno, la que auxilió a Felipe González y los socialistas españoles para que luchara contra Franco, contribuyendo de manera esencial al restablecimiento de la democracia española? ¿No fue esta misma oposición, atropellada de manera vil y totalitaria en sus más elementales derechos por este “nuevo líder de la izquierda mundial” la que recogiera a las decenas de miles de náufragos de las dictaduras del Cono Sur?
¿Cómo han respondido los izquierdistas chilenos, argentinos, uruguayos a los llamados de auxilio de sus congéneres venezolanos? Con un portazo en las narices. Instalados en los gobiernos de sus respectivos países, en gran medida gracias al auxilio de la socialdemocracia y el socialcristianismo venezolanos – desde hace nueve años en la oposición – han corrido a respaldar a un teniente coronel de claras ínfulas totalitarias, enceguecidos por sus maletines de dólares y sus compras milmillonarias. ¿Qué ha hecho la izquierda española? Respaldar a quien violaba nuestra democracia, mientras cerraba los ojos ante la tragedia cubana. ¿Qué hace Kirchner? Escupir sobre la democracia venezolana. ¿Qué ha hecho Insulza? Barnizar de democratismo un régimen dictatorial.
Todos ellos, desde Kirchner y la Sra. Fernández hasta Lula da Silva, arrastrando en la comparsa incluso a Rodríguez Zapatero y Sarkozy, han sido enfrentados a la cruda, a la aterrante realidad: las FARC, brazo armado de la revolución bolivariana, asesinan, secuestran, torturan, aterran y mienten. Incluso a sus más dilectos aliados. Y Chávez, que montó este circo para cosechar un éxito diplomático para él y sus aliados de las narco guerrilas, no es más que un payaso irresponsable provisto de una suculenta chequera. Que malversa en provecho de sus delirantes sueños de grandeza.
Merecido lo tienen. Esta es la izquierda. Que asuma sus responsabilidades.
Antonio Sánchez García
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