sábado, 5 de abril de 2008

Barack Obama: ¿Un peligro latente?


Decir que Barack Obana no debería ser presidente de los Estados Unidos por negro es una vil actitud, al ser el racismo la lacra humana más inaceptable por su condición de canallesca. A los seres humanos pueden distanciarles ciertos símbolos basados en complacencias específicas (ejemplo, un deporte), en ningún tiempo por el color de su piel, clase social, tendencia política, religiosa o sexual.

Partiendo de este concepto, norte de toda actitud justa en una sociedad equilibrada, el escribidor asevera muy conscientemente, tras verlo desenvolverse, "pegar la hebra", en castizo decir, tomar ciertas posturas y expresar conceptos que atañen a los habitantes del planeta en general, no solamente a Estados Unidos, que el hombre puede tener un futuro espléndido dentro de unos años, cuando esté baqueteado en el tinglado del quehacer gubernamental, pero ahora, en la Casa Blanca, sería una aventura peliaguda cuyas consecuencias pudieran ser lamentables.

La inocencia política puede ser una virtud estimada en cierta corta edad de la vida, pero se convierte en peligro latente al cruzar la madurez, etapa en que la reflexión y sensatez deben ser el norte de todo estadista, ese intuitivo ejecutivo que no rumia, al realizar sus actos, en la inmediatez del hoy, sino en el mañana promisorio.

A lo largo de la historia reciente – no hace falta ir más allá – hemos visto presidentes y jefes de Estado de una nulidad horripilante. Llegaron a esa cúspide del poder supremo, más por actitudes esperpénticas que por sensata lucidez; más por golpes de escena o de los otros, sangrantes, que por capacidad, entrega y abnegación al servicio de la comunidad que juraron servir con filantropía y justicia. Han sido, y son, unos genuinos papanatas, primates en su acérrima expresión.

Se puede gobernar basándose en las luces de la razón y a sabiendas de que cada individuo es soberano, no creyéndose ungidos por decisión divina, cual reyes absolutistas. Y eso los venezolanos lo tenemos muy cerca, se toca con las manos, y éstas nos escuecen.

No estamos comparando a Obama con la retórica que nos ahoga, sino haciendo una extrapolación lo más ajustada posible a la realidad, cuando se sabe que en política las buenas intenciones no desembocan siempre en bienestar general: al contrario, suelen caer precipitadamente en un populismo ramplón de corolarios catastróficos.

Gobernar es usar el sentido común por otros cauces: la experiencia de muchos y las lecciones ejemplarizantes de la historia.

Por Rafael del Naranco
El Mundo

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