viernes, 25 de abril de 2008

Los irracionales motorizados





La mayoría de los motorizados fueron lanzados a la calle por el régimen chavista para su defensa a ultranza. Eran, y lo son, los caballos de hierro contra las marchas opositoras. Se hicieron fuertes y difícilmente pueden ser ya controlarlos.

Sucede lo mismo con los encapuchados y la guerrilla bolivariana, a quienes se les suministraron fusiles, pistolas y granadas fragmentarias. Los gobiernos autoritarios usan esas artimañas delictuosas. No podrían sobrevivir de otra forma.

Un mecanizado de dos ruedas, salvo honrosas excepciones, es en potencial sayón suelto, una especie irracional en la ciudad de cemento. No tiene más leyes que las suyas. Pervive en un submundo deleznable, oscuro, tosco, perverso y mezquino. Se sabe protegido por las policías con las que a veces, para delinquir, trabaja al unísono. Son panas y comparten un código: la miseria de sus actos abominables.

Hay varias clases de estos artilugios del mal: los clanes manejados con el presupuesto de las alcaldías en manos del oficialismo, cobrando quince y último a cuenta de sus fechorías contra la gente de la oposición, o desbaratando protestas ciudadanas ante el mal estado de los servicios públicos.

Detrás vienen los escoltas de altas y prepotentes autoridades que pululan cual mijo en campos sembrados y se sienten "poder andante", apabullan con sus cilindradas, vejan, zahieren y realizan las perrerías más intolerables. En el postrero escalón, no menos feroz, está el resto de esos cabritos del infierno. Masa amorfa, sádica, despiadada y violadora de las más elementales normas de convivencia social. Están unidos por un mismo punto canallesco: son intocables.

Todos los percibimos haciendo brutalidades, menos los cuerpos de seguridad. Y ellos lo saben, gozan, se regodean babeándose de gusto. Si la rastrera miseria humana caminara en motocicleta, ellos serían la prueba más real de su sanguinaria existencia.

No tienen respeto por nada ni nadie. Se recrean subiéndose a las aceras, haciendo piruetas, saltos de rana, yendo por direcciones prohibidas (bulevares peatonales, parques, jardines y plazas), atropellando niños, mujeres y ancianos a los que vociferan, lanzan escupitajos y atropellan entre gritos y carcajadas infernales. Son hijos de Satán más que de una madre.

El problema se ha convertido en signo demencial de la podredumbre impúdica vigente en el país. En la lista de la iniquidad, siguen los buses y los vidrios ahumados. Otra plaga infernal.


Rafael del Naranco
El Mundo
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=371224

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