La megalomanía está alcanzado aspectos de ridiculez en grado máximo.
Ahora se cree Presidente de Bolivia, aunque también juraría que lo es de Nicaragua, Ecuador, Cuba y Argentina. De Chile, Brasil, Uruguay y Colombia no, allí hay mandamases con los pantalones o faldas bien parejos. Sus abusos rayan en una intromisión implacable.
Que uno escriba estas líneas no significa nada en absoluto. Nos perdona la vida, y a su vez le puede decir al orbe la gran libertad de prensa existente en el país. Su país. En cualquier momento, como lo ha venido haciendo con otros periodistas y medios de comunicación, da una patada en el suelo con sus botas charoladas y nos hace comer polvo.
Las cadenas con las que encadena, valga la redundancia, en todo instante sin importarle si son altas horas de la madrugada, solamente pueden tener cabida en la mente de un caudillo de espuelas y chatarreras oxidadas. Entre dos frases con sentido, lanza una catarata de improperios deleznables en la que atropella la lengua castellana con un aplomo asombroso. Por lo demás, lleva una década repitiéndose. Sus ideas son fijas y solamente sostenidas con espumarajo.
Convocó, entre gallos y media noche, con el dinero de nuestro impuestos y las divisas petroleras que gasta a parihuelas, una conferencia de la llamada “Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América Latina”, con la sola idea de ser el pichón que más pica y lanzar, cual quiquiriquí prepotente, una frase lapidaría e irresponsable: “Jamás aceptaremos la autonomía de Santa Cruz’.
Si faltaba un ápice para ser la reencarnación de Bolívar en el Monte Sacro, caso resuelto: El Libertador se quedó chiquito.
Eso para él no es intervencionismo, sino manejar sus intereses privados en Latinoamérica. A su lado, el cocalero Evo Morales parecía la sombra de un muchacho asustadizo y melancólico. No dijo ni miau. ¡Qué vergüenza más lastimera!
La descentralización es la razón de toda democracia participativa y hegemónica. Ah, pero imposible: eso lo odia Chávez, le tiene pavor. Su poder no lo comparte, es suyo. El mismo Señor de las Tinieblas le coronó cacique de las tierras venezolanas hasta la consumación de los siglos.
El Comandante señaló sin una pizca de mesura que los problemas de Bolivia sean resueltos por los propios bolivianos; eso sí, la razón está al lado de Evo, y lo apoya “para derrotar los planes desestabilizadores”.
Y la pregunta boba: ¿Qué hace la mano asomada de Chávez ahí metida hasta el codo?
Por Rafael del Naranco
El Mundo
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jueves, 24 de abril de 2008
La mano que mece la cuna...
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