Manifestación de vecinos en La Vega en protesta por el asesinato de Elizabeth Parra
(foto cortesía de Ultimas Noticias)
La Vega y Pinto Salinas señalan el camino: Ante el aumento de muertes violentas a manos del hampa (las mismas muertes que para el gobierno “no existen” o, peor aun, “no afectan la seguridad ciudadana”, como dice el insólito Rodríguez Chacín…) habitantes de los barrios populares han optado por convertir el duelo privado en protesta pública, denunciando en la calle la criminal violencia hamponil y la no menos criminal incompetencia de los burócratas.
En La Vega el duelo privado se transformó en protesta comunitaria
(Foto cortesía El Universal)
En efecto, cuando el hampa asesina a un transportista eso provoca de inmediato un paro del servicio; Cuando el crimen arrebata la vida a un efectivo policial o militar ocurren luego inclementes “redadas”, en las que suelen caer inocentes y pecadores; Cuando la víctima de la inseguridad es un artista, como Yanis Chimaras, o un periodista, como Javier García, la noticia retumba durante días recordando los principales atributos de esas vidas, productivas y meritorias.
Pero cuando la víctima es un vecino del barrio no hay “Hora Cero”, ni operativo de represalia, ni públicas manifestaciones de pesar. Sólo hay dolor familiar: Dolor cuando la noticia llega, convertida en grito que vuela tras el balazo. Dolor al esperar cuatro, doce, hasta 24 horas, para que aparezca la furgoneta forense a realizar el levantamiento del cadáver. Dolor en la espera interminable a las puertas de la Morgue, hasta que entreguen el cuerpo sin vida del ser querido. Dolor sobre todo cuando el Ministro estúpido o el jefe policial incompetente injurian cobardemente la memoria del caído, acusando de delincuentes a personas trabajadoras que -precisamente por serlo- se convirtieron en víctimas de los criminales.
En Pinto Salinas, los compañeros de estudio y de juegos de Oswaldo Mijares, asesinado a los 16 años de edad, salieron a la calle a reclamar justicia (foto cortesía El Universal)
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Hemos dicho innumerables veces que tenemos que pasar del duelo privado a la protesta pública, del dolor particular a la movilización social. El Estado tiene la obligación indelegable de proteger la vida de los ciudadanos. Y la única forma en que el pueblo puede obligar al Estado a que cumpla con sus obligaciones es movilizándose con contundencia, pacíficamente y en el marco de la ley.
Pues bien: Ya ha empezado a ocurrir. El pasado lunes 16 de junio a las 9 de la noche, Elizabeth Parra, de 17 años de edad, se dirigía a su vivienda ubicada en el sector “La J” en Los Mangos de La Vega. Nunca llegó. Un criminal –presumiblemente autor de cinco (¡Cinco!) violaciones anteriores- la interceptó, la violó y la mató. Apenas se supo los vecinos se movilizaron. Estuvieron toda la noche quemando el matorral en que se ocultaba el violador y asesino, y al día siguiente tomaron la vía pública. La protesta estuvo encendida todo el martes, hasta que representantes oficiales llegaron al lugar a comprometerse con la comunidad en materia de alumbrado público y vigilancia policial
Manifestación de vecinos en Pinto Salinas en protesta por el asesinato de Oswaldo Mijares
(foto cortesía de Ultimas Noticias)
Ese mismo martes 17, Oswaldo José Mijares Aguilar –de 16 años de edad- fue asesinado de un balazo cuando a las 10:30 de la noche acompañaba a su hermanito de 14 años de regreso a su hogar, en Pinto Salinas. Una vez más, el dolor familiar –en vez de convertirse en resignación privada- se transformó en llamarada de protesta popular. Centenares de vecinos salieron el miércoles a tomar la calle, para dejar en claro que nunca más un asesinato en el barrio seria cubierto con el manto del silencio.
La protesta no nos devolverá a Oswaldo ni a Elizabeth. Pero allí esta la grandeza de nuestro pueblo: Quienes se movilizan no solo lo hacen para lamentar su pérdida particular. Lo hacen también para encender un alerta y para defender la vida de tantos Oswaldo, de tantas Elizabeth que aun tienen la posibilidad y el derecho de convertirse en hombres y mujeres útiles a si mismos, a sus familias y a su país, sin que ninguna bala criminal venga a evitarlo.
El hampa asesina gente, ese es su macabro rol. El gobierno da ruedas de prensa e inventa “planes de seguridad” que duran lo que dura un escándalo, a eso se ha limitado. Pero nosotros, el pueblo, ahora tenemos claro nuestro papel: Antes llorábamos en silencio, y asumíamos la ferocidad del hampa y la incompetencia del gobierno como una especie de desgracia natural, como un terremoto o una inundación. Ahora ejercemos el derecho de rebelarnos ante la criminal violencia de los hampones y ante la no menos criminal incompetencia de los burócratas.
En lo barrios empezamos a cambiar la resignación por la protesta. Si la vida es lo que tenemos que defender, la lucha es el camino y la calle el escenario. Y que nadie se equivoque: No estamos llamando a "güarimbas", ni a ejercer violencia de ningun tipo. Estamos expresando nuestro apoyo a la movilización popular que busca justamente enfrentar la violencia y lograr que se cumpla la Constitución. En efecto, el Artículo 43 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece que "el derecho a la vida es inviolable". Para garantizarlo, el Artículo 55 de nuestra Carta Magna consagra que "toda persona tiene derecho a la protección del Estado frente a situaciones que constituyan amenaza, vulnerabilidad o riesgo para su integridad física, sus propiedades, el disfrute de sus derechos o el cumplimiento de sus deberes". Frente al hampa que nos masacra y ante un gobierno que dice que "no pasa nada", el pueblo tiene el derecho y el deber de rebelarse, en defensa propia y Constitución en mano. De eso se trata.
Radar de los Barrios
http://radardelosbarrios.blogspot.com/
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