domingo, 19 de octubre de 2008

Imbéciles, magnicidas y golpistas…!burda retórica!



Siempre he mantenido que la estrategia política de Chávez es mucho más corta y previsible que lo que pensamos. Ponemos al comandante en un altar blindado, indestructible e intocable, capaz de pulverizar al enemigo, en cualquier escenario. Y distraídos por la diatriba y lo semántico, no reconocemos los miedos ocultos del Presidente, temores que emergen a flor de piel, apenas lo colocamos tú a tu, cara a cara, en fin, a nivel. Debo reconocer a Rosales, más por su gallardía, por la suspicacia como ha respondido a Chávez sus desplantes, en su mismo terreno, lo cual generó una iracunda respuesta de éste, hecho demostrativo de que frente al revire, el hombre de rojo y verde, se desespera y peca de supina vulnerabilidad.

1.- ¿Cuáles son los miedos de Chávez?

Después de diez años de gobierno está claro que nuestro presidente obedece a ciertas características conductuales. No hay que ser psiquiatra para concluir que a nuestro comandante le asisten ciertas patologías de orden fóbico y atávico, cuyos avatares no son de su única reserva.

Cómo apuntaba Herrera-Luque, la sociedad Venezolana es en mucho una sociedad “paranoide, fóbica, esquizoide, colérica”, producto de un “plasma originario” cuestionable, que se ha trasladado hasta nuestros días, matizado de irreverencias, desplantes y agresividades.

Pues bien Chávez preside esta conductualidad grupal, y no puede ser otra cosa, que una expresión de anarquía e imposición donde subyacen profundas carencias afectivas y emocionales.

Así producto de factores conductuales típicos como una niñez impregnada de carencias y privaciones; una formación militar plagada de sumisiones, jerarquización e intenso escrutinio; un país invadido de adulancia, relegación y desprecios; una clase política otrora elitesca y encumbrada, y un estado de violencia y crisis permanente, nuestros ” liderazgos” contemporáneos, se han venido entretejiendo en medio de caldos sociales igualmente difusos, violentos y recelosos, dónde el contraste político lo construye quien ofrezca reivindicar los odios y el resentimiento (de parte y parte).

Debo decir responsablemente que no ha sido únicamente Chávez el conductor de estos “modos y estilos”. Hoy la gran mayoría de nuestros llamados líderes de oposición, también se conducen bajo el mismo esquema de pragmatismos, irreverencias y desplantes, ojo, que como señalo más adelante, son estilos que deberán mantener “vigencia” de cuando en vez, para contrarrestar las arremetidas del hijo ilustre de Sabaneta.

Somos entonces una sociedad demofóbica, androfóbica y paranoide, que teme ser sometida al escarnio público, a ser escrutada (androfobia); que gusta formar parte de grandes movilizaciones o ser parte de muchedumbres, pero no ser amenazada por ellas (demofobia)…que rechaza intensamente las imposiciones con la misma intensidad que teme ser objeto de aquellas. Y aquí yace la causa de nuestra inmovilización latente frente a Chávez (quién nos escapa de aquellas amorfias), pero también descansan los factores de resistencia y desafío, que no son otros que resistirlo en su mismo esquema suma-cero: conmigo o con nadie.

Es analizando la variable personalidad del comandante dónde encontraremos respuesta no sólo de sus actos, sino qué esperar de ellos, qué grado de predecibilidad comportan; cuál es el verdadero alcance y disposición de sus amenazas, y cómo responder a sus arremetidas. Nuestra pasividad será directamente proporcional a su avance. Por ello la respuesta acerca de cómo reaccionar, comporta muchos riesgos…que de no asumirse nos mantendrán dando vueltas en círculos, mordiéndonos la cola.

2.- Agenda electoral vs. Agenda conductual.

Escuché decir qué Chávez provocó a la disidencia política Venezolana con insultos e improperios que hicieron a esos factores pisar el peine de la incitación. Algunos piensan que discutir con Chávez en un mismo nivel (elocuente y altivo), es rebajarse y desviar la atención de la agenda electoral, la cual debe ser el objetivo fundamental. En lo personal discrepo de esta tesis. Lo electoral no es un fin en sí mismo, y a la muestra un botón: Ganar el 2-D, no condujo a nada más que celebrar el 3-D.

La tesis electoralista es falaz porque no vence el principal obstáculo que nos amarra: la desconfianza y el miedo.

Discutir con Chávez en un mismo plano terrenal (ello no quiere decir valerse de improperios, sino valerse de su misma crispación), no supone rebajarse de nivel, sino rebajarlo a él a lo mundano, quiero decir, de un pedestal de indestructibilidad mítica que le hemos construido y donde luce inalcanzable.

Es falaz decir que la agenda fundamental es la electoral, y que a Chávez le preocupa que vayan por él por el hecho de una derrota electoral. Nuestro Presidente no se enardece porque le desfavorezcan unas encuestas (siendo que domina el CNE y por cierto esas encuestas a mi juicio gozan de poca sustentabilidad, pero eso es arena de otro costal). Se enardece, salta y se empina, como sapo o culebra, porque le pierden miedo y compostura. Y ahí realmente donde teme que vayan por él, en las posibilidades de removilizar a sus adversarios o la imposibilidad de llevarlos a límite…del miedo.

Chávez puede neutralizar a un factor político, pero si este se encima y logra pliegue y arrastre del pueblo, estas masas no la detiene nadie. Y por el contrario si un factor de oposición llega a una silla de gobierno pero no impele a nadie, poco importa su coronación.

No. Si bien no podemos decir que al Presidente no le inquieta el 23-N, si podemos afirmar que lo que le enciende y aterra por ser un hombre predecible y temeroso de aproximaciones masivas que afecten su integridad y gobernabilidad (perpétua además, por lo cual ya tiene 28 leyes en el buche para reinstalar su revolución) es cualquier riesgo de escrutinio colectivo (androfobo) y ensimismamiento grupal (demofobia), que no pueda neutralizar.

Lo que le preocupa a Chávez es como avanzar consistentemente en su ofensiva táctica, sobre lo que él piensa es la línea gruesa de la resistencia: la oposición, la oligarquía golpista/ magnicida y el imperio. Y por ello se afinca en su carrera armamentista, en la reordenación del territorio, de la justicia, de la FFAA, del orden económico. Pero yerra en lo táctico. Su ofensiva no debe ser contra los factores de oposición como “línea gruesa de resistencia”, sino en pro de escuchar a un pueblo, que más rápido de lo que piensan, comienza a desconfiar de su eficiencia y pulcritud, abandonando su feligresía revolucionaria.

Así los vejámenes contra actores de oposición e incluso, su divorcio de antiguos aliados, es un error derivado de la borrachera de poder, que la disidencia podría sacarle mucho provecho en un plano de hábil discrepancia colocando a Chávez en un terreno que jamás a querido debatir: la institucionalidad y la incoherencia entre socialismo y privilegios.

¿Cómo adversarlo? La gente está cansada del nariceo y la represión.

Un grueso de la población está hastiada de la inseguridad, la corrupción, la intemperancia y el divisionismo. De la viajadera y la regaladora de dinero. Y no precisamente enalteciendo la agenda electoral (donde se percibe que sólo los actores políticos ganan), se ponen al descubierto tales debilidades.

Hay que ir más allá al decir del propio Chávez. Hay que actuar sobre la línea gruesa de la resistencia que no es ni la oposición (para Chávez), ni Chávez (para la disidencia)…La línea gruesa de resistencia sobre la cual deben incidir los actores políticos es -insito-el pueblo: sus necesidades, sus miedos, sus frustraciones y sus demandas.

¿Cómo simbolizar la disposición de lucha en pro de superar las precariedades del colectivo? Asumiendo riesgos ¿Cuáles? Enfrentando con gallardía y con determinación al adversario con la misma elocuencia que la que pretende neutralizar mis aspiraciones, mis derechos, mis espacios, mis emociones!

Esa determinación no apareja ofensas e infamias. Pero si supone tomarle la palabra al Presidente. Si yo soy imbécil, que son aquellos que no han podido acabar con la miseria. Si soy ladrón que son aquellos que exhiben grandes privilegios y riquezas revolucionarias. Si yo soy un desgraciado, que son aquellos que se olvidan de las desgracias del pueblo, o si soy desalmado, ¿que son aquellos que no han podido honrar la humildad/ la solidaridad revolucionaria?.

Ver a un Rosales devolviéndole la pelota a las gradas a Chávez, es en lo semiótico un valor social que significa: te perdí el respeto (por faltárselo al pueblo) y con ello, te perdí el miedo. Esta contrafrenta desnivela al Comandante y lo pone en el terreno de rendir cuentas o asumir ofensivas torpes…como acusar a Rosales por difamación-sic- Y en ese escenario, Chávez no gana adeptos, los pierde, por ventajista y cabillero.

El PPT y el PCV, por ejemplo, deberían responder con la misma elocuencia que les han endilgado las arengas del comandante, algo así como “socialistas de caviar, regresen a sus cuarteles…el pueblo demanda gobierno, no más alharacas”.

3.- Entonces el peine quien lo pisó, fue Chávez. Ni magnicidio ni maletín.

Cuando Rosales le pidió cuenta al Presidente de sus lujos, privilegios y/o despilfarros, recurriendo a un mismo lenguaje retador, jactancioso y camorrista, despertó en las masas (que le secundan o discrepan, pero dudan de su solidez), una percepción de defensa, de guáramo, de capacidad de respuesta y exigencia de respeto (que había perdido), importante para procurar la deposición de los propios miedos, inseguridades, confusiones y letargos, sobretodo de la disidencia.

Fue mediante el pulso y salida al ruedo de la intemperancia del agresor, que la gente dijo: Co…se le arrechó el maracucho!. Y la debilidad de Chávez se manifestó al tomar en cuenta a Rosales, agendizarlo, cuando jamás lo había hecho sino para ridiculizarlo. Rosales agarró centimetraje y notoriedad, quedando enaltecido y victimizado por una retahíla de epítetos que lo colocó en rol de agredido, pero asistido de verbo y génodas, para responder el zarpazo.

La agenda entonces no es la electoral (aisladamente), es conductual, es movilizar, es despertar y recuperar credibilidad y capacidad de convocatoria. Y para eso no basta exhibir un programa de gobierno o salir a votar. Hay que salir de la indefensión aprendida y renunciar a la butaca.

Si comprendemos que la agenda es desmitificar la política, reducir al adversario a su justa medida y dimensión (radiografiar su humanidad, sus miedos y paranoias) y aterrizar sus desmanes, en debilidades e incoherencias que develan su incapacidad para satisfacer las demandas del pueblo, enfrentar a Chávez bajo un esquema igualmente eufórico y elocuente (inteligente, sin desmedidos), suma cero, contigo o conmigo, es una estrategia políticamente rendidora, que levantará la animosidad de aquellos que aun duermen la pesadilla de la incredulidad.

Y en esa pesadilla de incertidumbre y desconsuelo, están los ni-nis, que suman a lo menos un tercio de la población!

Ni el magnicidio le da votos al Presidente ni el maletín se los quita. En esto se equivocan las tribunas de “dando y dando” y las de “Alo Ciudadano”.

Lo que da votos y sobretodo, convicción de pliegue, lealtad política, es carear a Chávez en medio de su misma destemplanza y demostrar que hay talante suficiente para resistirle. Esa elocuencia en la respuesta-firme y educada empero espontánea y contundente- registrará un ascendente moral y conductual, que conducirá a una ascendencia política eficaz forzar migraciones de preferencia reales.

Las expresiones de irrespeto del Presidente hacia sus enemigos políticos, calculadamente incontestables por estos, hubiese resembrado una percepción de poder descomunal -infalible y invencible- del líder de oliva, no sólo por la rastrera impunidad, sino por la timidez o vaciedad como queda el bofetón, lo cual produce una caída de lona difícil de recuperar (como mucho le ha funcionado). Pero responder allanado de todo precálculo, a riesgo de lo que sea (disposición de sacrificio), demuestra que aquí el único guapo y apoyado, no es quién viste de bota, soles y boinas.

Chávez dejará de mandar al carajo hasta el mismismo clero, o hablar de magnicidio, de imbéciles o pitiyanquis de mierda, cuando se vea sitiado y medido por la misma vara de su displicencia y soberbia. Aquí la indiferencia no da dividendos, otorga concesiones.

Y ese es el gran desafío en una estrategia de equilibrio político. Rebalancear y restablecer el discurso político con sentido de oportunidad, no sólo de oferta política, sino de dignificación cívica. Demostrar disposición de inmolación por un valor, por los principios, por el honor. Demostrar que por causa del irrespeto, se perdió el respeto, que por mis principios voy a donde sea, así sea la cárcel o la tumba. Así se derrotarán los mitos y los miedos paranoides y represivos, que hasta ahora encadenan y fatigan a un sector censitario de la sociedad.

Como dije en un ensayo anterior, Chávez es un bolero andante que oculta el despecho de un pueblo hendido en la miseria y la mentira, un canto lírico habanero que encubre el dolor, la pobreza, la muerte, la violencia y la ineficiencia de un modelo político. Pues bien cantemos otro bolero, donde pongamos a la luz, los hechos, la inocuidad y la falsedad, de “ese rayito de luna en la senda perdida”, que se resume en socialismo y revolución.

Orlando Viera-Blanco
http://www.noticierodigital.com/?p=1157

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