martes, 9 de octubre de 2007

La guerra que se viene por el control de las Universidades


El gobierno de Hugo Chávez ha fracasado, hasta ahora, en sus intentos de dominar las Universidades. Pablo Aure analiza, en su columna de hoy de El Carabobeño, la próxima guerra que se viene por el control de los centros de estudio del país.

Este es su artículo completo:


Cosa extraña la que ocurre en Venezuela, pues, es el único país en el cual la revolución no germina desde la universidad para conquistar el poder, sino que por el contrario, es desde el más alto gobierno desde donde quieren imponerla, por cualquier vía y a cualquier costo, inclusive con la creación de organismos estudiantiles paralelos cuyo origen nada tiene que ver con la elección de sus pares, sino que su investidura se la concederá un ente externo, extrauniversitario.

Nadie debe reprochar el que un régimen quiera convencer a los universitarios de que tal o cual sistema de gobierno sea el mejor; lo que se recrimina es que se utilice el dinero que es de todos para desvirtuar la esencia misma de las universidades, es decir su vocación plural y democrática. Tampoco podemos considerar como una afrenta a la universidad que dentro de su claustro haya personas que se identifiquen con la ideología política oficialista. Lo que sí no podemos dejar de cuestionar, es que en su seno, personas que dicen ser sus defensoras, se confabulen para acabar con el pluralismo que debe existir y al cual ningún universitario auténtico puede renunciar.

El Gobierno Nacional, a paso de vencedores, ha aplastado -con el exacto sentido de la palabra- a todas las agrupaciones gremiales que tradicionalmente hacen vida en el país. Disminuyó a su mínima expresión a la Confederación de Trabajadores de Venezuela, promoviendo los denominados sindicatos bolivarianos, con los únicos que el gobierno se entiende, y a quienes les entrega jugosas cantidades de recursos; lo mismo ha ocurrido con Fedecámaras. Esa estrategia, mientras el barril de petróleo esté alto y sigamos teniendo los mismos órganos de “control” del gasto público, al gobierno le funcionará para abatir a los gremios; ahora, con los que no ha podido, es con los organismos estudiantiles universitarios. Desde hace varios años viene financiado viajes de jóvenes a Cuba y ha contribuido con casi todos las agrupaciones estudiantiles que se identifican con la llamada revolución. Pero hasta la fecha, no le ha llegado ni al corazón ni a la mente de los jóvenes universitarios; y prueba para convencer de lo que digo, es que el gobierno no ha podido ganar ninguna federación estudiantil de ninguna universidad pública y mucho menos de las privadas.

El corazón de un joven es como el cariño verdadero: ni se compra ni se vende -como dice la canción-: no hay en el mundo dinero para cambiar a la juventud, y menos si esta juventud está en las universidades, que son por antonomasia, centros de resistencia contra los malos gobiernos y luchadoras contra las inmunidades del poder. Esa ha sido y será siempre, no sólo la universidad venezolana sino la de todo el mundo.

Es inconcebible hablar de universidad y a la par tolerar la sumisión; a quién se le puede ocurrir que en democracia la política de gobierno de una universidad autónoma la dicte el presidente o un ministro.

No dudo que en nuestras universidades se hayan cometido errores y que se sigan cometiendo…, pero es incorrecto esperar que un presidente de la República o un ministro de Educación Superior, desde afuera, pretendan corregir o evitar más errores dentro de las universidades.

Somos los universitarios -todos- quienes debemos incorporarnos en esa tarea de buscar la excelencia, esto es, cumplir a cabalidad con nuestro rol.

El ministro de Educación Superior dijo que el año que viene el Poder Popular debe penetrar a las universidades, y está consciente de que ese objetivo será duro, ya que según él, habrá resistencia. Seguro que la habrá, de eso no tengan duda. Y no precisamente de las autoridades, como él lo afirmó el domingo 30 de septiembre en El Nacional, sino de los estudiantes, que no van a permitir que se les imponga, con un dedo pintado de rojo, quiénes son sus dirigentes.

Dentro de las eventuales reformas que el oficialismo pretende hacer a la Ley de Universidades, está la de modificar el sistema de elección interna de las autoridades y la composición de las instancias de cogobierno, reconsiderando el valor del voto de los estudiantes y de los profesores jubilados, así como también, otorgándoles ese mismo derecho a los obreros y empleados. Creo que ese debate debe realizarse; a los obreros y a los empleados tenemos no solamente que escucharlos, sino que también debemos comprender que sin ellos las universidades no marcharían; pero lo digo con sinceridad, todavía no me convence eso del voto, porque tendríamos que cambiar el concepto que tenemos de las universidades: “Se denomina universidad (del latín universitas, -atis), al establecimiento o conjunto de unidades educacionales dedicadas a la enseñanza”; y en el estricto proceso de enseñanza aprendizaje no veo por ninguna parte a los obreros y a los empleados, aunque, como dije antes, sí son necesarios e indispensables para el funcionamiento de las universidades. Nuestra vigente Ley de Universidades nos dice en su artículo uno lo siguiente: “La universidad es fundamentalmente una comunidad de intereses espirituales que reúne a profesores y estudiantes en la tarea de buscar la verdad y afianzar los valores trascendentales del hombre”. Y de acuerdo al artículo 109 constitucional entendemos que la autonomía será reconocida como principio que permite a los profesores, estudiantes y egresados de su comunidad a la búsqueda del conocimiento a través de la investigación científica, humanística y tecnológica, para beneficio espiritual y material de la Nación. Como ven, no están por ninguna parte ni los obreros ni los empleados. Aunque insisto sin ellos, el funcionamiento de las universidades se imposibilitaría.

Quienes creemos en una universidad plural, libre y democrática, nos preocupa no que se les otorgue la posibilidad de votar a empleados y a obreros, por un posible temor a “perder” las elecciones; ¡no!, ése no es el punto, ya que un inmenso sector de la comunidad universitaria no comulga con la idea del socialismo del siglo XXI. El punto es que con un discurso demagógico pudiéramos desvirtuar la verdadera finalidad de las universidades.

Predicar con el ejemplo

Sí el alto gobierno cree que la democratización y la popularización de las universidades pasa porque todos sus trabajadores voten, entonces, por qué no comienza respetando la voluntad de la comunidad de las universidades experimentales, en las cuales sus autoridades son designadas a dedo por el propio gobierno que paradójicamente enarbola la bandera del voto para todos.

Ahora, si es un experimento lo que quieren hacer utilizando el voto como sinónimo de democratización, les recomendaría que utilicen como conejillos de india a cualquiera de los ministerios del Poder Popular y establezcan que mediante el sufragio los trabajadores adscritos a ellos elijan a su ministro. O también, por qué no, a los trabajadores de Pdvsa se les dé la posibilidad de elegir a la junta directiva de la empresa. También les pudiera recomendar en estos tiempos de voto militar, que en los cuarteles, los oficiales, suboficiales y soldados puedan elegir a sus comandantes. Así la democracia en esos términos concebida, estaría arraigada en los tuétanos de la sociedad venezolana.

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