domingo, 16 de septiembre de 2007

Hacia el estalinismo


El régimen de Chávez pretende legitimar la intolerancia y la violación de derechos humanos

Antes de que su CNE le apruebe fraudulentamente el referéndum consultivo ya Chávez ha comenzado a ejecutar la aún nonata constitución roja (CR) a través de la cual quien disienta de su sancocho ideológico será considerado como enemigo susceptible de cárcel o exterminio, como ha ocurrido en Cuba durante décadas, a imitación de las criminales purgas del sanguinario Stalin.

Hace días un tribunal militar emitió la orden de allanar una imprenta propiedad de Alejandro Poleo, hijo del editor y periodista Rafael Poleo, con la excusa de que allí se editaban folletos "subversivos" en contra de la (mal llamada) reforma constitucional impuesta por Chávez. La acusación era que los folletos pertenecían al Comando de la Resistencia.

Aunque allí se estuvieran imprimiendo panfletos en contra de la CR del señor Chávez -cosa incierta, tal como demostró el vocero legal de Poleo- tal hecho sería considerado normal en una sociedad democrática en la que los partidos de oposición están precisamente para oponerse a las decisiones oficiales con las cuales no están de acuerdo y mucho más si éstas son contrarias a los principios democráticos. Que fuera un tribunal castrense y que quienes irrumpieran en la imprenta fueran militares de la DIM prueba el adelanto de la politización obscena de la FAN, aún sin esperar el simulacro de aprobación de la CR.

En el discurso de Chávez, de su gabinete y de los poderes que controla se intensifican los signos de que esa CR va a ser impuesta con prácticas cada vez más fascistas y estalinistas instrumentadas por el G-2 cubano (como los 5 años y medio de prisión del valiente general Usón, sólo por haber explicado lo que era un lanzallamas). Las descaradas declaraciones del ministro Carreño así lo demuestran. Con la cantinela de que "la oposición está interesada en desestabilizar el clima político del país" (como si alguna vez hubiera sido estable con cientos de secuestros y miles de crímenes y atracos que a Chávez y al ministro parecen no importarles), esta vez expresó que "los organismos de seguridad del Estado tienen en funcionamiento una Sala Situacional encargada de hacer seguimiento a los pasos que dan los representantes del movimiento opositor al gobierno". Y previendo la toma de las calles en todo el país por cientos de miles de estudiantes y del pueblo para decirle NO a la CR, el Gobierno apela no sólo el espionaje de los cubanos de la Sala Situacional -como confiesa cínicamente Carreño-, sino que el muy rojo ministro de la Defensa anuncia la represión militar. Como toda protesta pacífica es para ellos "violencia", el general Rangel Briceño repitió sin recato una frase de su jefe político: "Candelita que se prenda, candelita que se apaga". (Para Chávez el Caracazo y el 4F fueron revoluciones dignas de celebrar en cada aniversario, pero las protestas pacíficas constituyen ahora una rebelión).

Su "teoría del pincel" según la cual hay que aprobarle su reelección indefinida porque sólo "Yo El Supremo" puede pintar el cuadro de la Revolución hasta el 2030 (a Diosdado y Jesse los considera unos pésimos pintores) le asemeja cada vez más a Fidel y a Stalin. Quien arrugue el gesto ante cualquiera de sus extravagancias, maltratos y violaciones democráticas será castigado como lo fue el perseguido Ameliach, obligado a pedir públicamente perdón a Chávez. Los corruptos, miedosos y acomodaticios se aprestan a decir amén, como el diputado que entregó la carta de Ameliach al vicepresidente y luego dijo que: "Si Chávez dice que no hay carta, no hay carta". Entre los futuros purgados está el genocida laboral que tanto se ufanó de su hazaña. Y la Fosforito, que tantos insultos ha disparado para complacer al Supremo. Y hasta Lina Ron, quien escribió despechada esta semana porque fue desterrada por su "bondadoso" Comandante desde el hotel 5 estrellas de Maracaibo para el monte y culebra del Amazonas.

Teodoro Petkoff citaba estos días hechos aleccionadores de la sangrienta era de Stalin, quien cometió en la URSS miles de crímenes en medio del silencio cómplice de sus colaboradores. "Quienes no callaron -dice Teodoro- murieron en los helados campos de concentración siberianos. Pero muchos de los que callaron, también perecieron, acusados de los más inverosímiles delitos (¿) Stalin envió al cadalso a muchos de sus más fieles colaboradores".

Los insultos y la persecución contra los dirigentes de Podemos demuestran que en la Venezuela de hoy se vive un clima político de represión y de fanatismo como el que precedió a las masivas purgas de Stalin. El régimen de Chávez pretende ahora legitimar constitucionalmente la intolerancia y la violación de derechos humanos fundamentales. De nosotros depende, si atenazados por el miedo, dejamos que eso ocurra.

Marta Colomina
www.eluniversal.com

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