Frente a la propuesta obscena de reforma constitucional que ha presentado Hugo Chavez al país hay venezolanos quienes, de entera buena fé, pretenden oponer razones pragmáticas o estratégicas. Alegan algunos que la reforma no debe discutirse en bloque sino artículo por artículo, otros que el debate no debe darse ahora sino después y aún otros alegan que estamos ante un régimen pre-totalitario, algo que suena a pre-infarto. Todos estos respetables compatriotas coinciden en que la propuesta representa un golpe de Estado y un intento serio de convertirnos en una sociedad de esclavos. Y, sin embargo, promueven una discusión que lleva aparejada, sin quererlo, un reconocimiento a la legitimidad de la propuesta.
Y eso, precisamente, es lo que no debemos hacer. La propuesta no es legítima, no es compatible con la naturaleza democrática de nuestra sociedad, la cuál ha sido consagrada en todas las constituciones que hemos tenido en nuestra vida política moderna, incluyendo la que está en vigencia actualmente, este producto ilegítimo de la cobardía y del silencio de las instituciones que fueron asesinadas por Chávez en 1999.
Creo que en este sucio asunto hay un trágico olvido, de lado y lado, del componente ético que debe caracterizar la acción de una sociedad que crea en el bien común y no en un "cada quien por su lado". Una proposición inmoral que pretenda institucionalizar un sistema totalitario en nuestro país no puede discutirse sino rechazarse de plano. Quienes abogan por difundir entre la población un mejor conocimiento de la propuesta de Chávez para luego razonar con el pueblo sobre su inconveniencia, olvidan que esto no se va a resolver en base a posiciones racionales que pudieran tener cabida en un sistema político democrático. En primer lugar, bastan 15 minutos para comprender lo esencial de la reforma: la re-elección indefinida; los recursos financieros en manos de un dictador sin control; la demagógica jornada laboral de seis horas; la prostitución de las fuerza armada; el despelote centralizador. Esto es inaceptable. Es evidente que la Venezuela de hoy es una dictadura ignorante, vulgar y corrupta. A la vista está el desastre material y espiritual que nueve años de predominio de la barbarie han causado en nuestro país. A veces pienso que si nuestros líderes opositores hubiesen vivido en la época de la independencia probablemente todavía seríamos una colonia de España, porque se hubieran empeñado en un diálogo constructivo con el rey, sin darse cuenta de que la situación de sumisión política y social frente a un autócrata no elegido era y es lo que no puede aceptarse, ni debatirse ni negociarse. No puede haber co-existencia pacífica bajo amenaza de ser esclavizados.
Nuestra actitud frente a la propuesta de Chavez debe estar basada en valores y principios que deben ser sagrados, que no pueden ser negociados o discutidos. Sonaría grotesco que la víctima de un intento de violación tratara de debatir con el violador sobre el sitio donde el acto se llevaría a cabo. Es igualmente grotesco discutir con el violador de la democracia si esta se viola en bloque o por artículos, o si es mejor tratar de evitarla ahora o más tarde, cuando el tipo ya se haya bajado los pantalones. Cuando una de las partes actúa en nombre de la emoción y de la ideología la otra parte no debe responder de manera racional y pragmática, sino con toda la fuerza de los principios y valores que nos son sagrados.
Chávez es un engendro del siglo XIX, un súcubo de Zamora y promueve un odio y un fundamentalismo bárbaro que desea acabar con la libertad y la democracia en nuestro país. Nuestra respuesta no puede ser un ejercicio intelectual en los salones. La reforma inmoral tendrá respuesta en la calle, echando mano a todas las maneras posibles de insurgencia que una sociedad amenazada de esclavitud tiene el derecho y el deber de utilizar. Este es un régimen que se ha colocado al márgen de las leyes del país, dominado por un autócrata chabacano y pródigo que nos está desvalijando para entregar nuestros recursos a sus amigos extranjeros y que ha permitido a otro país, Cuba, tomar posiciones de autoridad y decisión en el seno de nuestra sociedad.
Contra Hugo Chávez, enemigo de nuestra libertad y despilfarrador de nuestros recursos no hay otra salida que la insurgencia.
Gustavo Coronel
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