domingo, 4 de noviembre de 2007

La Revolución se evapora


"Es posible que Chávez se enfrente al dilema de autócratas militares: irse o reprimir más"

La etapa superior de la revolución bolivariana es la septicemia. El proceso que ha encabezado Chávez está en un momento de pudrición acelerada. Cuando fue a Cuba hace pocos días, no fue sólo a aquel patético homenaje al Che, sino que se llevó a la plana mayor de su movimiento -unas 200 personas- para hacer una discusión a fondo de la estrategia hacia la nueva Constitución y para evaluar el estado del "proceso".

También participó la élite cubana que codirige a su provincia ideológica venezolana. Chávez habló y habló, volvió a hablar y siguió hablando; la nube química que le mandó el imperio para dejarlo con los pulmones deshilachados no fue otra cosa que su logorrea incontenible en esa secretísima reunión en Cuba. Los que asistieron vinieron convencidos de que -al menos por el momento- las campanas doblan por una revolución que huele a naufragio.

Los Hechos que Golpean

En la reunión cubana se evidenciaron algunas cuestiones que acosan al régimen. La primera es la relativa a la pérdida de apoyo popular. Los jefes del PC cubano, que tienen un kilometraje respetable cuando de auscultar el rechazo popular se trata, expusieron con claridad que el "proceso" pierde apoyo en forma rápida. La piñata petrolera fue eficaz; ejerció el atractivo de una noche de lujuria, cuando se piensa que la noche es joven y no acabará nunca.

Sin embargo, lo que ocurre es que poco después la resaca comienza a hacer de las suyas, hay que ir de regreso a la casa, hay que presentarse a la oficina a las 7:30 de la mañana y son en este momento las 5:00 de la madrugada, llegaron las cuentas del mes, el bebé recién nacido llora y está meado, toda la ropa interior está sucia y el futuro no existe.

No hay dinero que pueda comprarles a los ciudadanos la ilusión de un futuro estable, aunque hoy estén zambullidos en dinero, si no hay empleo seguro ni educación de calidad, ni salud al alcance de todos ni oportunidades de solaz. En Venezuela crece la conciencia de que el festín, aunque se aproveche, finalizará en una hecatombe. Ese presentimiento lo tienen los dueños de las Hummer que, inexplicablemente, tienen ahora vergüenza de que les vean sus lujosos tanquecitos de guerra.

El soberano ha sacado los pañuelos blancos, ya los agita en el aire, como quien comienza a despedirse de la nave bolivariana que se aleja hacia ninguna parte, con su enloquecido capitán a bordo y con una tripulación que no encuentra cómo amarrarlo.

En la sala de máquinas revolucionaria, los engranajes chirrían y el aceite escasea. La economía se descose. Dentro del conjunto de preocupaciones importantes del liderazgo chavista se encuentra la situación de Pdvsa, completamente desmadejada. La producción está más de un millón de barriles por debajo de lo que proclama el Gobierno; el consumo interno crece aceleradamente sin cubrir los costos de producción y más de 200 mil barriles andan regalados a los "hermanos" vividores que se multiplican a costillas del delirante. Apenas 1,5 millones de barriles se venden a precios internacionales, por lo tanto cualquier crujida en los precios -que no se anticipa hoy- puede acabar con el aura redentora del Bonaparte barinés.

Aun con esta lluvia de dólares, la inflación se escapa de control (la más alta de América Latina) y la mesa del venezolano, que no puede ser servida con las proclamas de Fidel ni con la sopa fermentada de los discursos de Ahmadinejad, no tiene leche, tampoco huevos o azúcar. Inflación y escasez están allí; por cierto, factores poco mencionados pero eficaces para provocar el estallido del 27 de febrero de 1989.

Los Militares

Otro factor considerado por el chavismo es el descontento militar. La formación de los militares los hace proclives a prestarle atención a su situación de largo plazo. Saben que con la incorporación de la milicia, aunque sea con 200 a 300 mil efectivos, el sistema de seguridad social entra en colapso; de allí el deseo presidencial de suprimirlo e integrarlo al viejo y revivido sistema que está quebrado.

Por otra parte, los militares han perdido su futuro, no sólo como militares activos sino hasta como militares retirados. Si se retiran -o los retiran- de la FAN por no estar de acuerdo con la orientación de Chávez, no pueden dedicarse a la actividad civil de su elección: comprenden muy bien que también en la vida civil se les hará imposible desenvolverse, porque el estigma de su institucionalismo los hará objeto de hostigamiento y persecución.

Además, hay otro elemento muy importante. Chávez emplea a los militares, especialmente a los de la GN, para la represión, la cual no hará más que incrementarse en la medida en que lo haga el descontento. Sin embargo, los oficiales saben que la responsabilidad en la violación de derechos humanos es personalísima, y que ya no se puede invocar "la obediencia debida" para justificar la comisión de esos delitos. Esto es lo que explica la retracción de los militares en toda América Latina en cuanto a participar en acciones represivas contra los civiles.

Como Chávez sabe que los militares están remisos a participar en su delirio, intenta fortalecer -otra vez- las policías bajo su mando, así como a los círculos del terror y a los feroces cubanos de la inteligencia policial de Fidel. De allí la brutalidad de la Policía Metropolitana contra los estudiantes el pasado jueves y el terrible simbolismo de cómo los antiguos subordinados del comisario Henry Vivas golpearon sin clemencia alguna a su hijo. Testimonio de un odio que se ha destapado y quién sabe cómo y cuándo cesará.

Adiós Asamblea

Un elemento adicional del descontento chavista, que ya no es sólo en la base sino en su equipo dirigente, se refiere a la liquidación fáctica de la AN. Inicialmente, Chávez ordenó que la votación para el referendo fuese en un solo "bloque"; ante el rechazo, quiere poner varios: un "bloque" de modificaciones constitucionales -el suyo- que sea el que gane, y otros "bloques" para que saquen menos votos y el circo pueda tener no una, sino tres pistas. También estima que es un elemento de confusión y división de las posturas oposicionistas.

Con esa movida lo que ha hecho es lanzar al pozo séptico a la AN, su principal instrumento de operación política. Salvo los de siempre, que descubren una genialidad en cualquier cosa que diga el caudillo, así tengan que desdecirse cada seis horas, los diputados han encontrado un nuevo motivo de disentimiento, aunque sea sordo. No les importa ser considerados meras marionetas, pero estiman que el caudillo debería tener cuidado de no restregárselos en la cara con tanta impudicia.

Es posible que Chávez se enfrente al dilema clásico de los autócratas militares: irse o reprimir más. Claro, hay una tercera vía: reprimir intensamente y luego, con las tablas en la cabeza, repudiado por los civiles y "convencido" por los militares, renunciar.

Carlos Blanco
www.eluniversal.com

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