Un par de "deposiciones"...
El golpe en Honduras ha mostrado los límites del poder de Hugo Chávez en la región, ya que Latinoamérica ha depositado sus esperanzas en Washington para que resuelva la odisea.
El presidente venezolano puso sus fuerzas armadas en alerta y declaró que el gobierno interino de Honduras “debe ser derrocado”, pero un mes después del golpe no sólo ha fracasado en tratar de reponer a su amigo Manuel Zelaya, sino que ha fortalecido la oposición al depuesto presidente.
Mientras los militares que hace un mes expulsaron a Zelaya a punta de pistola se niegan a ceder, aun Chávez se halló deseando que Barack Obama hiciera algo.
Chávez dio al depuesto Zelaya el uso de un avión venezolano —al que los militares hondureños impidieron aterrizar-, su canciller como compañero de viaje y las cámaras de la televisión estatal venezolana para proyección pública.
Sin embargo, cuando Zelaya necesitó ayuda para volver al poder viajó a Washington y no a Caracas.
Estados Unidos, que condenó el golpe, reclutó al Premio Nobel de la Paz Oscar Arias, hoy presidente de Costa Rica, para buscar una solución. Las conversaciones fracasaron cuando el gobierno interino hondureño de Roberto Micheletti se negó a permitir el retorno de Zelaya al poder.
Zelaya está acampado en la frontera de Nicaragua con Honduras para mantener la presión internacional sobre el gobierno de Micheletti, algo que la secretaria de estado norteamericana Hillary Clinton calificó de imprudente.
Zelaya acusó a Clinton de renegar de su apoyo e insiste diariamente ante Washington en que tome medidas más enérgicas contra los líderes del golpe. El Departamento de Estado norteamericano revocó el martes las visas diplomáticas de cuatro de ellos y dijo que estaba revisando las visas de todos los funcionarios del gobierno interino.
Mientras tanto, Chávez ha limitado su acción a instar a los hondureños a que se amotinen para reponer a Zelaya, aun cuando las protestas a favor del líder depuesto han sido reducidas. En cambio, el presidente venezolano ha calificado a los líderes golpistas de “gorilas” y a Micheletti de “goriletti”.
Este no es el papel que Chávez había avizorado desempeñar.
En una década en el poder, ha usado la riqueza petrolera de su país y su visión de un continente unido libre del “imperialismo estadounidense” para cultivar un papel de liderazgo más allá de las fronteras venezolanas.
Chávez ha proporcionado un modelo regional para prolongar el mandato presidencial y gobernar por plebiscito para contrarrestar la elite política y comercial que han gobernado durante mucho tiempo —y todavía tienen en propiedad— gran parte de Latinoamérica.
Por cierto, fue el intento de Zelaya por llevar a cabo una votación similar —ignorando una orden de la Corte Suprema de cancelarla— que la oposición esgrimió para arrestarlo y echarlo del país. Los oponentes acusan a Zelaya de querer usar un plebiscito constitucional para prolongar su mandato al estilo de Chávez, lo que Zelaya negó.
Zelaya, un ranchero acaudalado elegido en 2005 de las filas empresariales hondureñas, pudo haberse aliado con Chávez por motivos tanto financieros como ideológicos.
El programa Petrocaribe de Chávez dio crudo a Honduras a cambio de un pago a largo plazo y muy bajo interés. El ALBA de Chávez, de nueve naciones, al que Zelaya se unió el año pasado, dio a Honduras 300 millones de dólares en ayuda, que la oposición se queja de que Zelaya nunca rindió cuentas.
Los declinantes precios del petróleo han disminuido el alcance internacional de Chávez y en todo caso la ayuda que suministra Venezuela palidece en comparación con el dinero que llega desde el Norte.
El comercio entre Honduras —el cuarto país más pobre del continente— y Estados Unidos supera los 7.000 millones de dólares anuales. Los hondureños que viven en Estados Unidos enviaban remesas por unos 2.500 millones de dólares por año antes de la actual crisis económica. En total, esas cifras representan más de una quinta parte de la economía hondureña.
La izquierda latinoamericana ha querido que Washington se apartara de la región, después de una historia caracterizada más por el respaldo a los golpes que a su resolución. Obama fue elogiado por decir que Estados Unidos debía ser un socio igualitario en Latinoamérica.
Sin embargo, el poderío económico de Washington —y no la generosidad de Chávez— es la mejor esperanza de Zelaya para regresar a la presidencia.
El gobierno de Obama suspendió más de 18.000 millones de dólares en asistencia militar y al desarrollo. Si cortara el comercio o las remesas, devastaría la economía hondureña.
“Estados Unidos podría terminar esto en un segundo si impusiera sanciones enérgicas”, opinó Mark Jones, politólogo en la Universidad de Rice.
Por DAVID W. KOOP
The Associated Press.
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