lunes, 22 de octubre de 2007

Tiempo de creer ¡Sin miedo!



LEONARDO Ruiz Pineda

Para el movimiento popular venezolano, el año 1952 fue sombrío y terrible. Fue cuando convergió tal suma de errores, de golpes y de fracasos, que generaron una gran incertidumbre y un inmenso derrotismo en las filas de la resistencia, logrando transitoriamente que la noche dictatorial fuese más larga y más oscura.


Allí fracasaron todos los intentos cívicos y militares por derrotar los usurpadores que habían traicionado la voluntad del pueblo, expresada en 1947, cuando por primera vez en nuestro país fue elegido un presidente por el voto democrático de sus ciudadanos. Ese presidente fue el Maestro Rómulo Gallegos.

En ese año de vicisitudes —1952— se consumó, apoyado por la fuerza de la barbarie, el fraude contra un pueblo que acudió a las urnas electorales, animado por la idea de abrirle camino a la democracia y de aventar la dictadura del recinto del poder. En ese año se colmaron las cárceles de los defensores de la libertad, con aquellos hombres y mujeres que con fe obstinada en la justicia, luchaban por sus ideales, guerreaban por darle forma y sentido a la democracia, a sabiendas de que con ello estaban arriesgando la vida.

En ese año de 1952, un escritor, poeta y abogado, que no tenía empachos en rememorar su infancia parroquial, su sencillez pueblerina, sus juegos de trompo y sus excursiones, para como dice Ramón J. Velásquez, “tomar fuerza e inspiración en ella para proseguir la lucha desigual y tremenda a la que se enfrentaba”, fue vilmente asesinado en una de esas calles que sintieron su paso firme, siempre buscando unir y organizar al pueblo para que se dispusiera a vencer la tiranía imperante en la patria de sus desvelos.

Ulises Ortega, Miguel Silvio Sanz o Pedro Estrada, encarnaban la carroña que preguntaba desesperadamente, ¿dónde está Leonardo Ruiz Pineda?; esa interrogante encerraba la preocupación que les ocasionaba ese tachirense nacido en Rubio, ese perturbador del sosegado ejercicio de usurpación, del tradicional predominio de los grupos económicos y de las castas sojuzgadores de la nación. Leonardo fue un tributo de la Venezuela valiente a su propia historia.

Fue un auténtico revolucionario que se adelantó a su época, por eso no fue en vano llamado “El guerrillero de la libertad”, porque fue un combatiente íntegro, que quiso cambiar las estructuras de la sociedad y luchó por sustituirlas por las más adecuadas a las exigencias de su tiempo y a los compromisos con el porvenir.

Leonardo fue un hombre que con su densidad teórica, con su fortaleza conceptual y con su visión de futuro; representó uno de los pensamientos más avanzados y agudos de ese momento.

La vida de ese hombre fue liquidada por la canalla un día como ayer. Afortunadamente su ejemplo sigue vivo entre los que sabemos valorar su ofrenda por la democracia.

Antonio Ledezma
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