martes, 25 de marzo de 2008
Hugo sueña con La Sayona
Vendrían por mí.
Parece hablar como caminando de noche, en solitario, por alguna llanura venezolana. Parece hablar silbando, para espantar las ánimas y las malas sombras. A la Sayona y al Silbón. Tiene el Jefe de Estado quince días soñando con su caída en el 2009, con doce o catorce gobernadores apresándolo por mandato de algún país imperial. El llano se apodera de la psiquis del comandante. Las leyendas y los cuentos de camino se entrelazan con la realidad: La pérdida acelerada de apoyo popular por falta de obras concretas, de resultados tangibles en medio de la mayor bonanza petrolera que el país tendrá.
La vueltas que da la vida, de tanto amenazar al imperio y a la vecina Colombia, termina hoy diciéndole al mundo que está al borde de ser considerado un gobierno pro terrorista. De sufrir las consecuencias de tener una comunidad internacional mirándolo con muy mala cara, con las consecuencias que ello trae. De tanto ofrecer tierra arrasada y de ejercer terrorismo de Estado, hoy cumple dos semanas repitiendo vendrían por mí. Si… vendrían por mí, ahora en tono de alerta, de entusiasmar a sus seguidores. Luego será lacónico.
Las leyendas del Siglo XIX, se transforman a principio de este en computadoras marca Toshiba, con varios pen drives de compañeros. La sayona habla, y mucho, en bits y bytes. ¿Cómo podrá negar el apoyo a grupos enemigos de democracias estables, a grupos narcoterroristas? ¿Cómo podrá negar el pasado, lo verdaderamente hecho en las sombras? ¿Cómo podrá borrar las evidencias de un computador engreído y confiado, un computador que jamás pensó que en una noche pasaría a otras manos?
Silbará mucho en los próximos meses, tratará de espantar el miedo, total éste es libre y el comandante no lo oculta. Hablará y hablará. Mentirá un millón de veces, pero un solo documento ahogará tantas palabras. Dos lo cercarán. Tres lo expondrán. Y son muchos los documentos, muchas las evidencias de la peor de las leyendas: La computadora de Reyes.
El Comandante en Jefe hace tiempo llegó al ridículo. Le tocará el turno a la deshonra. Al bochorno de saberse atrapado y mentir a rabiar sin ser creído. Buscará a Lula para que lo salve, éste lo ayudará, es su esencia de sindicalista, pero no se hundirá con él. Los demás ya no contarán.
El miedo está en el ambiente, se respira ya no sólo en las soledades de las llanuras venezolanas, sino también en Miraflores. El comandante no duerme bien.
David Morán Bohórquez
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