Venezuela es el único país del vecindario que no ha emitido una alerta para prevenir el ingreso y la venta de productos alimenticios chinos potencialmente contaminados con melamina. Desde Brasil que tiene en China a uno de sus principales socios comerciales, hasta la Bolivia de Evo Morales, han tomado medidas para impedir la comercialización de productos lácteos que pudieran contener la peligrosa melamina, que ha causado muertes y miles de casos de grave enfermedad en bebés en China.
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El interés de Chávez para ingresar al Mercosur podría verse afectado por las acciones antibrasileñas de su aliado ecuatoriano Rafael Correa. Transcurridos dos años y varios meses desde la firma de Tratado de ingreso de Venezuela al Mercosur, ha resultado imposible que los parlamentos de Paraguay y Brasil se pronuncien favorablemente. Venezuela permanece en un limbo legal ante el Mercosur ya que participa de reuniones pero no es miembro del club.
El gobierno brasileño ha hecho intensas campañas buscando abrirle camino a la aprobación del Tratado, por parte del Congreso de ese país. Faltando la aprobación a nivel del Senado. Fuentes consultadas en Brasilia aseguran que las acciones contra intereses económicos brasileños por parte de Evo Morales y Rafael Correa, están sumándose a la lista de argumentos que se esgrimen en medios políticos (oficialistas y aliados de Lula da Silva, incluso) y sectores empresariales contra el ingreso de Venezuela.
La influyente Gaceta Mercantil, uno de los pocos periódicos con alcance nacional en Brasil, señaló hacia Chávez como el motor de ataques que Brasil está recibiendo desde “países hermanos”. La editorial del pasado 7 de octubre, es muestra del reclamo que importantes sectores de Brasil están haciéndole a Lula, acusándolo de preferir mantener su fama de “bonzinho”, antes que defender los intereses brasileños ante las agresiones de sus “hermanos”.
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Brasil anunció que en lo sucesivo, calificará como una agresión externa todo acto que lesione la soberanía nacional, incluso aquellos que sucedan fuera del territorio brasileño y no signifiquen invasión al territorio. El gobierno Lula publicó esta semana el reglamento de la ley del Sistema Nacional de Movilización, el cual contempla esa definición. La novedad fue difundida por el site brasileño Defesanet, dedicado a temas de seguridad y defensa.
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La empresa brasileña Sadia, gran proveedora de pollos y carne para el gobierno venezolano, fue acusada por Lula da Silva de actuar contra los intereses de Brasil. Sadia y la productora de celulosa Aracruz, a juicio de Lula, estuvieron “especulando contra la moneda brasileña”. Ambas reflejaron la semana pasada pérdidas multimillonarias por inversiones en papeles en EEUU.
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Cada vez que altos funcionarios rusos se refieren en público a la venta de armamentos a Venezuela, insisten en la coletilla de que el negocio no infringe normas internacionales que regulan las relaciones intergubernamentales. Se trata de una demostración del sentido no sólo comercial, sino geopolítico que Moscú le asigna a sus ventas de armas. No cabe duda que en la actual puja entre Moscú, Washington y Pekín, para la redefinición de áreas de influencia, Latinoamérica (y concretamente Venezuela) forma parte de las fichas en juego.
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Meses atrás, Hugo Chávez anunció el interés por adquirir un sistema de defensa antiaéreo de largo alcance. En los medios se comenzó a especular que Venezuela compraría un sistema antiaéreo ruso, como el denominado Antey 2500. El mismo aportaría una capacidad de lanzamiento de misiles contra objetivos situados a miles de kilómetros del punto de lanzamiento. A su vez, diversos medios internacionales han dado como un hecho que Venezuela negocia la compra de sistemas antiantiaéreos S300, con capacidad de un máximo de 200 kilómetros. Ningún país latinoamericano posee sistemas como estos, pero la industria bélica rusa habría estado enamorando al gobierno venezolano para la adquisición de, por lo menos, sesenta unidades móviles lanzadoras de misiles. Esto último se desprende de declaraciones del “general de Ejército Anatoli Kornukov, ex jefe de la Fuerza Aérea de Rusia”, difundidas por la agencia RIA-Novosti en julio pasado. Kornukov afirmó que “una decena de divisiones de S300, con seis sistemas en cada una, sería suficiente para proteger la totalidad del territorio venezolano.”
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Esta semana, Rusia emitió un comunicado sobre sus ventas de sistemas antiaéreos como el S300, para países situados en “regiones problemáticas”. El Ministerio de Relacione Exteriores ruso negó que se propusiera dotar de sistemas antiaéreos S300 a Irán, el conflictivo socio de Chávez en Asia. El documento resaltó, igualmente, que las ventas de armamentos de este tipo son decididas por los más altos niveles del gobierno ruso y están basadas en la necesidad de “preservar el equilibrio de fuerzas en la zona de donde venga el pedido y la necesidad de preservar la estabilidad y la seguridad”. El anuncio fue hecho en respuesta a acusaciones de Israel sobre negociaciones secretas entre Irán y Rusia para la compra de unidades S300. Si bien el anuncio no está directamente relacionado con Venezuela, la posible venta a Chávez de sistemas S300 habría quedado en duda según algunos analistas, aunque otros asoman la posibilidad de que el anuncio ruso es un típico ejemplo de contra información.
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La segunda visita del Canciller venezolano a Rusia, en menos de quince días, trajo noticias sobre las compras bélicas venezolanas. La agencia oficial Ria Novosti informó que Rusia había decidido desde septiembre, la venta a Venezuela de sistemas de defensa aérea Tor-M1 y misiles antiaéreos Igla-S. Con ello pareciera confirmarse que Rusia oficialmente le bajó el rango de poderío (y precio) a sus ventas bélicas a Venezuela. El Tor-M1 es un tipo de sistema defensivo móvil de corto alcance el cual Rusia vendió y entregó a Irán y sobre el cual diversos analistas internacionales opinan que Rusia ya habría entregado a Venezuela. De hecho, a principios del 2007, Moscú filtró la especie de que vendería varios Tor-M1 a Venezuela en una negociación que alcanzaría a US$ 290 millones.
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El otro misil que Rusia vendería a Venezuela en breve, sería el Igla-S. Se trata de un sistema personal portátil con capacidad para derribar aviones y helicópteros próximos y a baja altura.
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La nueva compra de material bélico ruso entrará en la línea de crédito por US$ 1000 millones abierto por el gobierno de ese país a Venezuela, con lo cual se cubriría parcialmente los costos de los equipos.
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La lista oficial divulgada por Rusia -no por Venezuela- de la nueva compra de armas, incluye aviones Il-76 e Il-78. Se trata de grandes naves de transporte que reemplazarían los viejos Hércules de la Fuerza Aérea y a los aviones tanqueros comprados en los años ochenta. En el gobierno de Bolivia esperan ansiosos este hecho, ya que confían en recibir en donación los Hércules venezolanos.
El Informe Otálvora
Edgar C. Otálvora
El Nuevo País
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