Que haya “escuálidos” refiriéndose a sus semejantes chavistas despectivamente con el adjetivo de “negros” no es novedad en Venezuela.
La oposición en su núcleo más coránico nació en los barrios acomodados de Caracas gracias -en principio- a la tutela de la telepolítica y a los medios de combate antichavista.
Salvo casos muy raros, como el de Gledys Ibarra y Franklin Virgüez (sin mencionar a primeros actores como Tomás Henríquez), no era común ver gente morena, mucho menos de pelo ensortijado, en posiciones claves de la demografía televisiva venezolana.
Hay algún canal que intentó después pulir su expediente moral transmitiendo un culebrón que se llamó “Mi negra consentida” (2004), protagonizado por un elenco de oscuritos… cosa que fue impensable en la TV que precedió al militarismo chavista.
Aquel racismo habitual -y muy velado- de ciertos medios masivos, le dio posteriormente mucho combustible a la propaganda del gobierno contra la independencia informativa y la autonomía periodística en el país
Ahora bien, ¿qué moral tienen los medios rojo-rojitos para atacar en este punto a los del sector privado? Ninguna.
Pensamos que a estas alturas ese experimento de información alternativa que se agenció el proyecto revolucionario, acabó desafortunadamente en orgía de sapos y en “periodismo” fecal cuyas muestras las vemos a diario en VTV.
Exigieron, y siguen exigiendo con la cara más dura, ética e imparcialidad informativa a los medios privados, pero cuando uno observa los ejemplos que dan mercenarios como Mario Silva o el fulano Alberto Nolia dan ganas de reír primero, y de vomitar después
Lo que da miedo es que esta clase de bucaneros y sapos de nómina socialista son ejemplos del “nuevo periodismo” que se inculca en el sistema educativo de Chávez.
Cuestionando a Yon Goicochea, Nolia transmite en su programa del canal de TV pública un chateo que supuestamente aquél sostuvo con otro interlocutor.
Se trata de datos que provienen seguramente de los servicios de inteligencia policial del chavismo.
El racismo de aquella oposición coránica a la que nos referíamos, quizá provenga en parte de ese paciente cultivo televisivo de antivalores en nuestra sociedad, pero la miseria comunicacional de la “revolución” la supera en perversión y enanismo moral.
Los sapos rojo-rojitos de la información cambiaron ese racismo de telenovela por una estrategia de discriminación política basada en el odio y el crimen, y eso no lo olvidarán ni la historia… ni la justicia.
Sapos con licencia roja-rojita
Noé Pernía
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