Publicado en El Nuevo País (Venezuela) -
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No es socialismo: es comunismo " a la cubana"
Ya es hora de que medios y periodistas llamemos a las cosas por su nombre y no le sigamos haciendo el juego a Chávez mientras avanza en su proyecto destructor. Ya está bueno de que carguemos el sambenito de “golpistas” y “contrarrevolucionarios” mientras eufemísticamente calificamos de “expropiación” a lo que es una confiscación inconstitucional, es decir, un robo descarado de propiedades que pertenecen legalmente a privados.
Expropiar es desposeer de una cosa a su propietario dándole a cambio una indemnización justa. Generalmente se efectúa por motivos de comprobada necesidad o utilidad pública y no por capricho ideológico, venganza personal, o porque el gobierno se haya endeudado irresponsablemente con los propietarios de esos servicios y opte por confiscarlos para no pagar. Confiscar es privar a alguien de sus bienes y que, sin pago alguno, pasen a ser propiedad del fisco.
Por llevar a cabo su obsesión ideológica de émulo de Fidel, Chávez está confiscando fincas privadas (agrícolas y pecuarias) en plena producción por las que no ha pagado ni un centavo (más de 50 en pocos días) con la excusa de cumplir así los fines del “socialismo”.
La confiscación de la finca de Tobías Carrero fue llevada a cabo por venganza personal. Sin embargo las rapiñas por las que Chávez va a pagar una costosísima factura política son las ejecutadas siguiendo la práctica de su padre putativo Fidel Castro, quien si quería un consejo de guerra para llevar al paredón a su más reciente enemigo, en cuestión de horas su Congreso rojo le aprobaba una norma mediante la cual convertía en “legales” los crímenes más abominables.
Chávez está en los prolegómenos de la larga carrera del dictador cubano, tal como nos lo demuestra su obediente AN al aprobarle en dos días y sin discusión alguna, la Ley Orgánica que Reserva al Estado Bienes y Servicios Conexos a las Actividades Primarias de Hidrocarburos mediante la cual despojó violentamente de sus activos a 39 empresas privadas, contratistas de Pdvsa, que operaban en el Lago de Maracaibo.
Fueron confiscadas las compañías de inyección de agua, de vapor o de gas que permiten aumentar la energía de los yacimientos petroleros y todas las lanchas para el transporte de personal, buzos y mantenimiento (muchas de ellas propiedad de jubilados de Pdvsa que habían adquirido hace años con sus prestaciones sociales y que hoy quedan en la ruina).
Pasaron a propiedad de Pdvsa “grúas para el transporte de materiales, diesel, remolcadores, gabarras, boyeras, grúas, de ripio, de tendido o reemplazo de tuberías y cables subacuáticos” (EU 06-05-09). Pdvsa acumuló deudas por varios millones de dólares con estas compañías hasta el punto de que tuvieron que acudir a la banca para obtener préstamos y cumplir con sus trabajadores. Varias no pudieron seguir obteniendo esos créditos y cayeron en mora con su nómina.
El gobierno maula pretende justificar esta confiscación diciendo que “las empresas “expropiadas no cumplían con los derechos laborales de sus trabajadores”. De esa rapiña oficial quedarán sin empleo más de 35 mil venezolanos.
El desbarajuste y corrupción son tales en Pdvsa que según su propia Memoria y Cuenta de 2008, los gastos operativos aumentaron un 52%, las deudas pendientes con proveedores alcanzaron a $ 14 mil millones (en plena orgía de precio del barril) y el aporte a las misiones cayó un 58% en relación al 2007, a pesar de que los ingresos por venta de petróleo subieron a $ 130.600 millones.
Ya entrado 2009, Pdvsa impide las elecciones sindicales para no aprobar la convención colectiva y emprende una persecución brutal contra los sindicalistas libres, a los que se unen cada vez más chavistas en defensa de sus derechos laborales pisoteados por el gobierno más antiobrero de la historia.
Fidel acabó con los sindicatos libres, el derecho a huelga, los salarios decentes, liquidó la ciencia, el arte y las universidades autónomas, los medios de comunicación plurales, la propiedad privada, los partidos políticos y los derechos humanos y civiles de los cubanos. Chávez transita el mismo camino (cerró RCTV y ahora quiere liquidar a Globovisión).
Aunque la Constitución consagra la propiedad privada, Chávez vocifera que “la tierra no es privada” porque “yo lo digo” y añade que “la tierra, como el petróleo, es propiedad del Estado”. Así que la finca grande, como la pequeña, y la lujosa mansión como el ranchito, no son propiedad de quienes sudaron durante años para tenerlos, sino del Estado “socialista”, ineficiente y despilfarrador.
Llamemos entonces a las cosas por su nombre. Como el proyecto de Chávez no conduce al socialismo de Lula o de Bachelet, sino al modelo represivo y hambreador de Fidel Castro, a partir de ahora debemos llamarlo “comunismo a la cubana”. ¿O todavía usted es de los que dice “¡Ay no, vale, yo no creo!”?
No es socialismo: es comunismo “a la cubana”
Marta Colomina
El Universal
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