En su columna de hoy, Pablo Aure advierte que Venezuela está sumergida bajo los efectos de una “alta dosis de burundanga”, porque no reacciona ante los regalos de nuestros recursos a otras naciones, los recortes presupuestarios y las violaciones a la Carta Magna.
Pareciera que el pueblo venezolano está bajo los efectos de una dosis muy alta de “Burundanga”: No reacciona, se comporta de la misma manera que quien está bajo un trance hipnótico; otros se atreven en afirmar que está anestesiado.
Quien “administra” las finanzas públicas, quien legisla, quien sentencia, quien controla y en fin quien maneja todo el país es la misma persona; eso desde luego que debe y tiene que ser insoportable, máxime si los recursos económicos los dispone a su real saber y entender.
Se la pasa todo el tiempo regalándole a otras naciones lo que no le pertenece. Somete al más crudo sacrificio a los venezolanos mientras que otras latitudes reciben la mejor de las atenciones.
Recorta el presupuesto a las gobernaciones, alcaldías, hospitales y a todas las instituciones públicas, incluidas las universidades pero sus gastos suntuosos cada día son mayores. El fin de semana junto a su familia y su centena de escoltas lo pasó en la Patagonia argentina en el glaciar Perito Moreno, uno de los más imponentes del mundo.
Y como para ratificar que su prédica nada tiene que ver con su práctica se alojó en la misma habitación en que se alojan los reyes. A todo esto, el pueblo nada que reacciona.
Según reseñó el pasado sábado el diario La Nación (de Argentina), el menú de su ingesta “consistió en hojaldre con hojas verdes, empanadas de carne, cordero patagónico asado a las brasas y postre de dulce de calafate, un fruto que si se prueba, según los lugareños, asegura el regreso a ese paraíso del turismo” en una suerte de restregarle en la cara a los pobres de nuestro país, que una cosa es lo que dice y otra muy distinta es lo que él hace. ¡Pero nada que reaccionan!
Qué indignación deben sentir aquellas familias que no tienen cómo alimentar a sus hijos, que utilizan el agua con que hierven la pasta para dársela en los biberones a sus hijos lactantes.
Tiene que ser burundanga con lo que han salpicado a los venezolanos para que se soporte todo lo que está soportando, y lo peor de todo es que en algunos casos no faltan quienes de buena o de mala fe, se sienten alegres ante tales atrocidades.
Nos preguntamos: ¿Qué es lo que hay que ver que todavía no hayamos visto? Cierran los medios de comunicación y la reacción no vas más allá de unas simples protestas.
Eliminan la descentralización y le quitan los recursos a las provincias y no protesta nadie. Ocupan y confiscan fincas, empresas y lugares destinados a la cultura y parece que no ocurriera nada.
Los centros públicos para atender la salud están destruidos y quienes acuden a ellos ven realizado un milagro si salen con vida de los mismos, pero sin embargo lo ven como algo normal. Las universidades públicas están técnicamente cerradas por el recorte presupuestario pero no se ve lo que se avecina, que es su intervención definitiva.
Todo eso pasa y la gente sigue hipnotizada. Por allí salió un gobernador (por fin dijo pío) diciendo que la propiedad privada hay que defenderla; o sea, él siendo un servidor público le duele más que se metan con lo propio que con lo ajeno, y razones sobran, pues guardó un sospechoso silencio o si acaso realizó unas tímidas protestas cuando le arrebataron -a él no, a los ciudadanos- la administración de los puertos, aeropuertos y carreteras.
Lamentablemente los gobernantes elegidos por la oposición, con la excepción de Antonio Ledezma y César Pérez Vivas, no se han comportado a la altura de lo que el país democrático está esperando, es decir que lideren acciones más intensas y corajudas en contra de un gobierno que pretende acabar con todos los espacios republicanos.
También la mayoría de este pueblo nada tiene que ver con la letra del glorioso himno nacional, o los venezolanos perdimos esa bravura reflejada en la primera estrofa, o quizá carecemos del sentido de solidaridad que todos estamos llamados a poseer.
Maltratan al vecino y nos callamos o no peleamos, nos quitan los medios de comunicación y nos escondemos para que no nos señalen de golpistas o nos inventen un expediente, invaden las fincas o las fábricas de los productores nacionales y le dejamos el muerto a ellos solitos, que se las arreglen como puedan, ni de casualidad nos involucramos no vaya a ser que después la agarren contra nosotros.
Quienes todavía piensan que esas medidas gubernamentales confiscatorias únicamente afectarán a nuestros vecinos, a los medios de comunicación de línea opositora, a los industriales, o a los que luchan por un país mejor, se equivocan, las manos devastadoras del régimen también les tumbará las puertas a quienes hoy las trancan para evitar que los confundan con sectores opositores.
Aquí nadie se salvará de esta cosa que en mala hora se ha apoderado de Venezuela, y que no se por qué le han denominado “socialismo del siglo XXI” que no es más que una repetición de crueles episodios superados desde hace muchísimo tiempo en el mundo entero; claro está, en algunas partes todavía lo padecen, pero no son precisamente ejemplos de lo que los venezolanos nos merecemos.
¡Por Dios, abramos los ojos!
Por ahora, no insistiré en señalar que no tenemos jueces que le pongan un freno a tantos desafueros gubernamentales, ni tampoco que la Asamblea Nacional hace lo que le ordena como dijeran en el llano: su patrón. Eso lo sabemos y lo hemos dicho no sé cuántas veces.
Para qué decir que a Globovisión lo cerrarán el día que le dé la realísima gana al Comandante y no por haber cometido una infracción que amerite algún tipo de sanción. No señor, para este gobierno “infractor” es toda aquella persona que no se le arrodille o que no haga lo que éste le dictamine.
Eso lo sabemos. Pero, ¿y entonces qué? Pues tenemos dos salidas. La primera quedarnos callados y pacientemente esperar lo que sabemos ocurrirá: la destrucción definitiva del país, perder todo, no ser propietario de nada, es más dejaremos de ser propietario aunque sea de nuestras esperanzas y pasaremos a ser propiedad de lo que se le antoje a ustedes saben quien.
Pero también tenemos una segunda opción y es muy sencilla de ejecutar: ¡abrir lo ojos! Y entender de una vez por todas que aquí todos sufrirán por sus pecados de omisión.
Hagamos uso del artículo 68 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela: protestemos y aunque hoy tengamos miedo, tenemos que aprender a controlarlo, tengan la seguridad que si escogemos esta segunda opción en muy poco tiempo ese miedo que hoy nos asalta mañana lo venceremos.
¡Hasta cuándo! / Burundanga
Pablo Aure
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