miércoles, 18 de marzo de 2009
Implican a Chávez en conspiración contra Raúl Castro
El ex-diplomático mejicano, Jorge Castañeda, señala en un artículo escrito para la edición de esta semana de la Revista Newsweek, que Hugo Chávez junto con los "indignos" Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, intentaron desplazar a Raúl Castro del poder. Al parecer Chávez había buscado apoyo internacional, incluso del presidente de República Dominicana, Leonel Fernández y se negaron a participar de la conspiración contra Raúl Castro.
Raúl llevó las pruebas de inteligencia a Fidel, y Chávez fue llamado a La Habana donde lo pusieron entre dos opciones: apoyar a Raúl o perder la seguridad que le proporciona el aparato de inteligencia cubana en Venezuela y quedarse expuesto a ustedes saben qué. De allí la salida de Carlos Lage y Pérez Roque como "indignos".
A continuación, el artículo:
Cita:
Durante años, dos temas de la sabiduría convencional han dominado los debates entre los Cubanologistas (subespecie tropical similar a la de los Kremlinologistas). En primer lugar, que el primer ministro adjunto y zar económico Carlos Lage se ha encargado de dirigir la economía de la isla desde principios de los años 1990, y, a pesar de las diferencias de opinión respecto a su rendimiento, ha sido percibido como uno de los más probables sucesores del hermano y a su vez sucesor de Fidel Castro, Raúl. En segundo lugar, que el Ministro de Relaciones Exteriores Felipe Pérez Roque no sólo fue el encargado de las relaciones internacionales en las que Fidel Castro tuvo cada vez menos interés, sino que fue una especie de hijo predilecto. La mayoría de los observadores, entre ellos varios ex presidentes de América Latina cercanos a Castro, lo vieron como el heredero aparente, una vez que el hermano del caudillo abandonara la escena. Por lo tanto, la decisión de Raúl de destituir a las dos estrellas hace quince días es un acontecimiento importante en Cuba y, a diferencia de anteriores purgas, ésta está claramente relacionada con la sucesión de Fidel Castro, y puede decirnos mucho sobre lo que está por venir.
El problema, por supuesto, es que, como en la Unión Soviética cuando Stalin murió, o en China después de la muerte de Mao, no sabemos muy bien lo que está sucediendo. Sin embargo, existen sólidas razones para creer que algo a lo largo de las líneas siguientes se llevó a cabo: por lo menos durante un mes o algo así, Lage, Pérez Roque y otros estuvieron aparentemente involucrado en una conspiración, traición, golpe o el término que usted prefiera, para derrocar o desplazar Raúl de su cargo. En este esfuerzo, ellos reclutaron a – o fueron reclutados por - Hugo Chávez de Venezuela, quien a su vez trató de recabar el apoyo de otros líderes latinoamericanos, empezando por Leonel Fernández de República Dominicana, quien se negó a participar.
El motivo (de Lage, Pérez Roque y Chávez) para desear derrocar a Raúl era principalmente el poder, pero también estaba el temor de que el líder pudiera sentirse amenazado por la reacción del pueblo cubano a un exceso de privación económica y social y que, luego de la desaparición de su hermano, no pudiera estar en condiciones de controlar la flujo de los acontecimientos. En consecuencia, Raúl aceptaría una serie de reformas económicas y políticas para normalizar las relaciones con los Estados Unidos, a sabiendas de que allí radicaba la única opción para la mejora inmediata en la vida de los cubanos. Estos (Lage y Pérez Roque) pensaron que esta actitud de Raúl era una traición a la revolución, y el principio del fin de su supervivencia.
Esta representaría la última de las muchas intrigas contra Castro desde 1959. Como de costumbre, Castro (Raúl este momento, antes, los dos hermanos) detectó la trama casi antes que los mismos conspiradores. Raúl llevó las pruebas recogidas por la inteligencia militar a su hermano enfermo, y le obligó a elegir: seguir con él y ampliar su apoyo a la ruta de sucesión determinada, o respaldar a Lage y Pérez Roque con la renuncia de Raúl. Con evidente decepción en sus viejos aliados, el Comandante Máximo respaldo a Raúl. A continuación, Chávez fue llamado a La Habana para ser sometido a otra alternativa del diablo: retroceder, manteniendo el apoyo económico de la isla, o perder su aparato de seguridad cubana y aparato de inteligencia, exponerse a los golpes y los intentos de asesinato de eventuales sucesores en Venezuela. Optó por seguir con la Castro.
El día después de su dimisión, los dos conspiradores fueron expulsados de sus puestos cayendo en desgracia. En una columna del periódico, Fidel acusó de albergar excesivas "ambiciones" alimentadas por la "miel de poder" y la "falta de sacrificio." Dijo que había despertado las ilusiones de "potencias extranjeras" sobre el futuro de Cuba. Que es más importante, y enigmáticamente, recurrió a una metáfora de béisbol con motivo del Clásico Mundial de Béisbol para alabar a los dominicanos por no participar (los planes del equipo habían sido poco claros) y para afirmar que los peloteros de Chávez podrán ser muy " buenos y jóvenes “, pero no están a la altura del todos-estrellas de Cuba.
Cuando los conspiradores fueron despojados de sus títulos, se publicaron las clásicas cartas estalinistas de mea culpa, reconociendo sus "errores" (sin decir lo que eran), y la promesa de lealtad a Fidel, Raúl y la revolución. Dicho comportamiento ominoso plantea preguntas. Pérez Roque fue muy popular en Cuba; su juventud, su origen humilde, su carácter combativo lo llevó más cerca de la población cubana que la mayoría de los burócratas. Una vez que Fidel se haya ido, ¿Raúl podrá mantenerlo controlado si y cuando él clamara ser el verdadero heredero de Fidel? Raúl podrá lograr un acercamiento con Washington con suficiente rapidez para aplacar la resistencia que sus oponentes podrían explotar? O deberá actuar para eliminarlos de la escena de un modo u otro, antes de que estos vuelvan envueltos en gloria?
Huelga decir que nada de esto puede ser plenamente sustanciado, y es muy posible que, de hecho, todo el asunto halla llegado a su fin. O, más probablemente, habrá una secuela: más persecución de los ídolos caídos, el descontento creciente en Cuba y dificultades cada vez mayores por parte de Raúl en la gestión de la sucesión.
Vale la pena recordar que Lenin, Stalin y Mao fueron incapaces de controlar sus sucesiones, y que no eran ni tontos ni un coro de niños. Hay poca razón para creer que Fidel, a pesar de todo su talento, será más exitoso.
Castañeda es ex canciller de México, Profesor Global Distinguido de la Universidad de Nueva York y miembro de la New America Foundation
Traducción libre: Queta /ND
Si desea leer el artículo en inglés, pulse aquí
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=502871
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