domingo, 29 de marzo de 2009

Miembros del régimen hacen jugosos negocios con dólar paralelo. Dando ejemplo de austeridad, el macaco viajó a Qatar, Irán y Japón




Publicado en El Nuevo País (Venezuela) -

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Chávez ruega por la salud económica del capitalismo


Escuchar a Hugo Chávez lanzar sus bravatas anunciando el derrumbe final del capitalismo mientras apuesta a una recuperación inmediata de la demanda y los precios del petróleo, no es una incoherencia más en un líder que ha convertido al show en su forma fundamental de lucha, sino la esencia de un sistema político que, muy en el estilo del conde Drácula, se mantiene de la succión de la sangre de sus víctimas, al par que los condena a una muerte cruel, lenta e inapelable.

Me explico: durante la década que dura la revolución anticapitalista chavista -y muy especialmente durante la última mitad en que la economía venezolana se vio favorecida por un nuevo ciclo alcista de los precios del crudo- el comandante presidente, y líder de la revolución continental y mundial, se concentró en enfrentar al sistema de “explotación del hombre por el hombre”, no solo financiando una alianza internacional que lo rodeara y asfixiara, sino también propiciando que en la OPEP y en los países productores independientes, se implementara una política de alza creciente y desmesurada de los precios que al final concluyera colapsando la economía y lanzándola a un futuro en que el capitalismo ya no fuera posible y el socialismo se transfigurara en la única salida para los “ofendidos y humillados” del mundo.

Ahora bien, tal estrategia no era viable sino en un contexto en que el crecimiento económico de los países consumidores, industrializados y de economía de mercado se disparara sin contén, y sus beneficiarios se mostraban más y más capaces para sostener un alza de los precios que en otras circunstancias los habría lanzando a la ruina.

El crecimiento de los países productores por su parte, pero muy en especial el del país que era sin duda uno de los principales promotores del alza de los precios, la Venezuela de Hugo Chávez, también se exponenciaba y le permitía a sus gobernantes socialistas y revolucionarios proveerse de los recursos con los que podían soñar que sus propósitos más delirantes y anacrónicos se harían realidad.

Y, primero que ninguno, resucitar las miasmas del socialismo real que habían quedado enterradas bajo los escombros del muro de Berlín y del colapso del imperio soviético, y cuyos fantasmas era agitados ahora desde un país suramericano, pero con mira a extenderlos al continente y a todo el mundo.

Nació así, entonces, “el socialismo petrolero” de Hugo Chávez, la variante de la siempre diversa y heterodoxa dogmática marxista que promueve una aparente rigidez, mientras en la práctica busca cualquier atajo para excusar los fracasos de la que ya puede llamarse sin dudas la utopía más costosa e irracional que ha conocido la humanidad.

Un ragú de profecías, mitos, leyendas y amenazas que proclama el fin del capitalismo y la democracia occidentales, pero en tanto busca extraerle hasta el último dólar, vía el alza desmesurada e incontrolable de las materias primeras que, en teoría, serían los nuevos cañones con los cuales se harían añicos las bases y cimientos del estado constitucional y de derecho.

Artificio que no era en absoluto de nuevo cuño, porque ya rusos y chinos lo habían experimentado en momentos específicos de sus zagas revolucionarias y socialistas, pero que Chávez extremó hasta límites temerarios, pues destrozó las bases de la infraestructura productiva venezolana, y persiguió, acosó y promovió la ruina de la mayor cantidad posible de capitalistas privados ( tal cual hace Mugabe en Zimbawue), convirtiendo a Venezuela en un país monoproductor de crudos que vive exclusivamente de las exportaciones petroleras y de precios cada vez más altos para promover y llevar adelante “su” revolución.

O sea, una revolución cautiva como ninguna otra de la salud del capitalismo mundial, de que sus variables se mantengan sanas y en ascenso, pues si no, ni gobiernos ni empresas privadas estarían en capacidad de comprar materias primas y petróleo a los precios que necesitan Chávez para mantener su revolución, Ahmadinejad para convertir a Irán en la primera potencia nuclear del Medio Oriente y Vladimir Putin y Dimitri Medvedev para restaurar en Rusia el imperio de los zares.

De ahí que, no pudieran ser más patéticos, cínicos y aparentemente contradictorios los llamados de Chávez a sus parciales en la cadena del 21 de marzo pasado en que presentó al país su programa de ajuste económico, para que tuvieran confianza en que los precios del petróleo se recuperarían a corto plazo, y que altos funcionarios del régimen como el ministro de Planificación, Jorge Giordani, el de Finanzas, Alí Rodríguez, y el presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, se esmeren en llevar tranquilidad a la ciudadanía diciendo que el mal momento del ajuste será pasajero, pues la recuperación de los precios del crudo está a la vuelta de la esquina.

Y aquí cabe destacar “el cambiazo” que se ha producido en las opiniones de Ramírez, el revolucionario radical y “patria o muerte” que hasta mediados del año pasado se paseaba por el mundo augurando que el fin del capitalismo era cuestión de que los precios se colocaran en 200 dólares el barril, y ahora es un revolucionario mendicante para que la OPEP recorte los volúmenes de producción y los precios lleguen a un nivel en que los países productores financien, por lo menos, los costos de producción y puedan enfocarse en las inversiones que garanticen en el futuro un suministro petrolero creciente, seguro y confiable.

O sea, que ¡adiós a la política de usar el alza de los precios para que contribuyan a la caída del sistema capitalista, adiós a los reinos en que un grupo de petrodictadores amenazaba al mundo con cortarles los sumnistros si no accedían a “respetarlos” y tratarlos como los dueños de la energía, adiós a la arrogancia con que Chávez proclamaba en foros mundiales que, como contaba con las reservas más cuantiosas del planeta, tenía que tratársele como uno grandes líderes mundiales!

Y regreso al plano más modesto en que no puedes aspirar a ser tratado de manera diferente a un productor de hierro, bauxita, carne, trigo, azúcar o café, pues ya el producto que controlas, ni vale tanto ni se vuelve tan insustituible como para los que no lo tienen te traten con reverencia, cuidado y temor.

Sobre todo en circunstancias que las políticas alternativas para la sustitución de energía proveniente de los combustibles fósiles es ya una realidad y no será abandonada por la caída de los precios y surgen nuevos productores como Brasil que no caerán en la tentación de politizar los precios y la venta de sus crudos y creer que solo por una contingencia, tan inestable como efímera, se le puede dictar la ley al mundo.

Chávez y sus revolucionarios, en conclusión, han despertado en el peor de los infiernos posibles, como es la pobreza a que los lanza la caída de los precios del crudo, sin infraestructura ni sistema productivo que les permita capear el temporal de la crisis económica, rodeados de “amigos” y enemigos que cada día están más convencidos que se les acabó su reinado y deben aceptarse como productores de materias primas comunes y corrientes que deben portarse bien para que los precios suban y pueda a atender los gastos de una revolución que, si se ha caracterizado por algo, es por su incompetencia, corrupción, dispendio y arrogancia sin fin.


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