viernes, 20 de marzo de 2009

Los podridos


El parche del tuerto que todos conocemos...

Ama los disfraces. De los cuales con verdadero furor el de piloto de F-16, uno de lo cuales jura haber comandado durante la guerra de las Malvinas, por directas instrucciones de Luis Herrera Campins, QEPD. Nadie puede atestiguarlo y aquel comandante supremo del COPEI de famosa recordación yace en el Cementerio del Este, compartiendo sus restos con las cenizas del partido del también extinto Lorenzo Fernández, al respaldo de cuya fracasada campaña presidencial habría sido traído desde sus tierras sureñas de origen.


Aunque lo cierto es que no quedó tuerto ni en ese combate de fantasía ni cuando según él por destapar con Diablo Rojo una poceta atosigada de plasta cuartarepublicana le saltó ácido muriático en el rostro. La verdad es otra, si bien perfectamente guardada en los anales documentales de la serie LOS PODRIDOS. Esta es la historia.

Comentan nuestros informantes que manipulando de mala manera un juguete triple X en oscuro orificio no precisamente pudibundo, el tuerto en cuestión habría causado un daño incalculable en retaguardia de su dulce enemiga. La damnificada, asidua de tinglados mal vivientes de la época - hablamos de los tiempos iniciales de CAP I - se habría vengado rociándole ácido muriático en el rostro, con tan soberbia puntería que nuestro tuerto millonario se habría convertido en cíclope viviente. Desde entonces y dada la fama del general Dajan habría decidido disfrazarse de veterano de guerra.

Ha pasado por diversos platós televisivos comentando los sucesos en pleno desarrollo, si bien lo suyo ha sido medrar del partido en el Poder y encontrar cobijo en el canal del Estado. Sirvió a copeyanos y a adecos. Ahora usa parche rojo rojito, cobra setenta millones en la nómina de PDVSA y otros treinta en la cancillería. Es el tuerto más rico del Caribe. Cien mil de los fuertes al mes por cantar las loas del teniente coronel golpista.

Chico y regordete, ama posar frente a un globo terráqueo, así sea en su versión bidimensional de Mercator. Le dislocan las tomas desde el piso, que lo engrandecen ante el ingenuo lente de las cámaras. Disfruta con los discos de Marlene Dietrich, se acaricia el parche con gesto de suprema lascivia escuchando Lili Marlene y si pudiera robarse los trajes de los veteranos de la Segunda Guerra Mundial y llegar a Miraflores disfrazado de General Göring, no dudaría un segundo.

Merece el puesto de honor en esta galería de Los Podridos. Su putrefacción está en pleno desarrollo. Disponga usted de las cámaras, Sr. ND…


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