viernes, 15 de agosto de 2008

Desmadre, Rebatiña e Impudicia


La esencia de la democracia consiste en no obedecer a ningún amo fuera de la ley. Con esa sentencia fundamentó Solón la historia de la libertad en la Grecia antigua. Como ningún hombre conocido era digno de gozar de la confianza incondicional de sus conciudadanos, no quedó más remedio que someterlo al escrutinio constante de sus conciudadanos, en cuyo beneficio dicen actuar los que gobiernan. Al fin y al cabo, en ellos se confía la fortuna, la familia y la vida de todos.

Dos mil quinientos años después, en una región desconocida para los contemporáneos de Solón, un magistrado del Tribunal Supremo parece asqueado de los excesos contra los que se prevenían los griegos: “El poder sin límites mata a la ley, y muerta la ley no tiene sentido la democracia”. Diez años tienen los venezolanos encarando una batalla desigual contra ellos mismos y contra el monstruo que han creado en la figura omnímoda del presidente Chávez. Diez años intentando convencerse de la inutilidad práctica de depositar toda la confianza en un hombre, con la ingenuidad de un niño. Diez años sorteando toda clase de obstáculos para preservar algún halito de libertad entre los resquicios que permite un gobierno cuya vocación originaria es la tiranía y la opresión. Para que Rondón Haaz, víctima y verdugo, como todos los venezolanos, tenga que compartir con nosotros su asco, que es el mismo que la mayoría siente en el transcurrir de cada uno de los actos de este régimen.

El poder sin límites conduce a malas decisiones y al despilfarro de los recursos. El desmadre en materia de infraestructura, viviendas, seguridad, abastecimiento, inflación y desempleo son la muestra palmaria de lo que ocurre cuando uno solo tiene todo el poder de disposición. El ciclón de la rebatiña latinoamericana es su gemelo. Desmadre y rebatiña son los signos de diez años de concentración de poder, la impudicia es su consecuencia incestuosa y el cinismo es su práctica más común.

El poder sin límites se llama tiranía, y quien lo ejerce es un tirano. A esta condición están sometidos los venezolanos hoy en día, cuando la ley es solamente una excusa o parte del decorado que le hace fondo a la arbitrariedad. Leyes inconstitucionales e inconsultas. Decisiones de gavilla como las inhabilitaciones, y declaraciones como las del general Müller, que festejan la impudicia de funcionarios públicos jugando al ventajismo del gobierno, no deben dejar ninguna duda del tamaño del reto que tienen todos los venezolanos si quieren restaurar la decencia nacional, el sometimiento a la ley y la refundación del Estado de Derecho.

La batalla por la decencia ciudadana no puede caer en ninguna de las tentaciones de la tiranía. Los venezolanos saben de la incapacidad del gobierno para gobernar. Conocen su predisposición hacia la trampa y la tiranía. Han sentido más de una vez el peso de su capacidad opresiva. Y han experimentado con cuanta fiereza se lanzan contra sus enemigos. Pero aun conociendo todas estas cualidades del gobierno, lo único que les queda es canalizar su indignación a través del voto, sin caer en la provocación golpista o en la indigestión del “Chávez vete ya”.

Con el vientre caliente y la cabeza fría deben ir golpeando la reputación del gobierno y su legitimidad popular con el poder del voto. Con la paciencia propia de los sabios orientales los venezolanos tienen que irse devorando el carisma presidencial hasta presentarlo desnudo de virtudes, convertido solamente en su esencia de tiranía, cinismo, trampa y opresión. Con la tenacidad y la perseverancia de un predicador protestante, llevar a este régimen hasta los albores del 2013 para que entregue exhausto, agobiado por el peso de la impopularidad y aquejado de ilegitimidad.

Víctor Maldonado
ND/El Mundo
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=420461

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