martes, 26 de agosto de 2008

El fin del payaso escarlata


Antes de ser derribada fisicamente la muralla de Berlín cayó en la mente de los hombres y mujeres sedientos de libertad. Ese fue un proceso emocionante, ver como la Alemania Oriental de Walter Ulbricht y, luego, de Erich Honecker, implosionaba lenta pera seguramente. Lo primero que el mundo advirtió fue que la muralla de Berlin no se había construído para evitar que entraran los enemigos sino para prohibirle al pueblo que se escapara hacia la libertad.

A pesar de que más de doscientos berlineses murieron tratando de escapar, miles lo lograron, uno a uno, hasta que encontraron la manera masivamente, no saltando sobre ella sino rodeándola, aprovechando la apertura de la frontera húngara con Austria. En paralelo con la contínua presion popular de los amantes de la libertad, el segundo factor que terminó con Alemania Oriental fue su quiebra financiera. Ya en sus últimos años apenas sobrevivia recibiendo petróleo soviético barato y revendiéndolo en el mercado abierto a grandes ganancias, lo mismo que hace Castro con el petróleo regalado que le envia Chávez. Las otras fuentes de ingreso para ellos, ambas infames, era la venta de armas a países tercermundistas y el cobro de dinero para liberar rehenes.

La Alemania Occidental le daba entre mil y dos mil millones de dólares para que dejasen libres a unos 20.000 berlineses del este al año. La existencia de la República Democrática Alemana era una ficción que se mantenía gracias a las contorsiones financieras y diplomáticas del régimen. El tercer factor, quizás el que le dió el empujoncito final, fue la pérdida de apoyo político de la Union Soviética. En ese país habían sucedido cosas importantes: Khrushev había salido y había sido reemplazado por una sucesión de líderes cuya característica principal era la de morirse a los seis meses: Brehznev, Andropov, Chernenko…. Con razón decía Reagan, vigoroso aunque ya setentón, que su problema era tratar de hablar con alguien que no se muriese a los pocos días.

La llegada de Gorbachev al poder en la Unión Soviética determinó el fin del régimen de Erich Honecker en Alemania Oriental. En visita a Berlin Gorbachev se dió cuenta de que aquello se estaba cayendo solo y simplemente dejó que las cosas sucediesen sin levantar un dedo para ayudar. Honecker fue destituído por su propio gabinete y su reemplazo también fue obligado a renunciar a los pocos días, no antes de leer publicamente un comunicado en el cuál Alemania Oriental cancelaba los trámites burocráticos de visado y papeleo que habían hecho imposible, hasta ese momento, la salida de sus habitantes hacia la libertad..

Dos horas después, en un maravilloso dia de Agosto de 1989, se amasaban 25.000 berlineses del este en los sitios de salida hacia Berlin occidental. Esa noche Berlin no durmió. La gente bailaba en las calles, los familiares que tenían años sin verse se abrazaban, nadie dudaba ya que Alemania se había reunificado en el corazón. La muralla contruída por los comunistas se vino abajo sin que hubiese necesidad de disparar un solo tiro. Fue una verdadera revolución, pacífica y apenas armada con el deseo de libertad y de democracia.

Así visualizo el fin de nuestro payaso tropical, el payaso escarlata. No puedo ya llamar de otra manera a quien convierte el insulto a su pueblo y a otros pueblos del hemisferio en su estrategia política preferida o a quien juega “Monopolio” con la propiedad privada, provocando una trágica fuga de capitales. El proceso de implosión que terminó con la Alemania Oriental ya comenzó hace algun tiempo en la Venezuela de Hugo Chávez. A pesar del cuantioso ingreso petrolero las finanzas del payaso se deterioran significativamente, debido a su prodigalidad con regímenes ideologicamente afines de la región, la cuál no vacilo en calificar de traición a la patria.

El gasto ruinoso e incontrolado explica el endeudamiento grosero que ha experimentado el país bajo su bota (la deuda nacional se ha triplicado desde que llegó al poder). El gasto que significan las estatificaciones de empresas en producción y una política de limosnas que acentúa la dependencia del pueblo en el régimen, están socavando las bases de las finanzas nacionales. El apoyo ideológico que el payaso recibe de Cuba agoniza con Fidel, mientras que es ya evidente que el apoyo político que recibe del pedigueño Morales, del violador Ortega y del chulo Kirchner no pasa de ser un apoyo interesado que durará lo que dure su prodigalidad.

Lo que puede y debe incrementarse en la sociedad venezolana es la presión popular. El motor principal de esta presión popular no será el sector político (des) organizado. Parece ya evidente que el empuje de líderes incoloros, a lo Julio Borges o Manuél Rosales, no será el factor principal que nos libere del payaso. El adiposo escarlata va a caer debido, en gran parte, a la presión popular representada por una inmensa coalición de estudiantes, sociedades profesionales, movimientos de opinión, iglesia católica, maestros, clase media cansada de tanto desastre y tanta humillación, de gente trabajadora que pasa hambre y de ex-simpatizantes desencantados del régimen ineficiente y dispendioso del payaso.

En Berlin existía un símbolo de la opresión, la muralla. En Venezuela, el simbolo de la opresión es la figura pícnica y sudorosa de Hugo Chávez, embutido en su ridículo jubón escarlata, rodeado de vasallos indignos y corruptos, agitando el puñito izquierdo, defecándose en su pueblo, tanto por vía de la retórica procaz como por vía de una rebelión peristáltica que él se encarga de transmitir, con deleite escatológico, en vivo y en directo.

Es preciso estructurar el órden de batalla contra el payaso. Hay que llamar a la batalla por la democracia. Goethe decía: “Cuando se toma la decisión, todo [la fortuna] se pone de nuestra parte….”. Cada día bajo la pezuña del payaso escarlata es un día más de verguenza nacional.

Por Gustavo Coronel
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=424171

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