miércoles, 6 de agosto de 2008

Un Idi Amín Dadá cualquiera.


En una nueva demostración de que es un compulsivo “ta barato dame dos ”, y que cualquier cosa puede suceder menos que pase un día sin comprar cuanto le vendan por el mundo, Chávez se coló en una reunión que celebraban en Buenos Aires los presidentes Lula Da Silva, y Cristina Fernández de Kirchner y de inmediato comenzó a adquirir maquinaria agrícola, bonos chatarra, vaquillas, casas prefabricadas y toda la comida que estuvieran a bien ofrecerle dos aliados que entre abrazos, sonrisas y discursos no pierden oportunidad de exprimirle la chequera.

Y como parecía al límite de la locura consumista que lo llevó hace unos días a echarle el guante a un banco en Venezuela, y llevarse a casa 3 submarinos rusos y un sistema de misiles de Bielorrusia, pues los marchantes sureños lo dejaron que se engolosinara con un nuevo megaproyecto, el ferrocarril que uniría a Caracas y Buenos Aires -y para el cual ya Chávez encontró un rumboso nombre, El expreso del Sur-, así como de una línea aérea bandera del todo el subcontinente, pero que empezaría con la unión de Conviasa, Aerolíneas Argentinas y Varig: Aerolíneas del Sur.

Desatinos que no es posible no terminen igual que el gasoducto de sur y el suministro de petróleo venezolano a todos los países “hermanos” situados en la parte más sur de continente, pero que mientras tardan en desinflarse y Chávez admite que son irrealizables, ya Lula le habrá sacado unos 5 mil millones de dólares en contratos de construcción y colocación de excedentes agrícolas, y la señora Fernández de Kirchner hace su agosto colocando nuevas emisiones de bonos chatarra que, ahora por la caída del peso argentino frente al dólar y la inflación que ya se acerca al 30 anual, podrán llegar a 3 mil millones de los verdes en lo que queda de año.

Y así continuará viento en popa esta extraña relación comercial donde a una de las partes, Venezuela, se le paga con espejitos, barajitas y cuentas de latón, y a las otras, a Argentina y Brasil, se les entrega un pedazo sustancial de la torta con que los países industrializados -y en especial los Estados Unidos- le pagan a Chávez un suministro de crudos constante, creciente y seguro.

Pero nada que les remuerda la conciencia a tan calificados sablistas, pues es la forma más barata de pagar sus colosales errores como socios principales del Mercosur y negarse a abrir sus mercados para socios menores de la unión como Uruguay y Paraguay que prácticamente reciben un trato de colonias.

Sin contar que el atolondrado líder de la revolución continental y mundial, también financia el populismo del neotrabhalismo y el neoperonismo, pues solo contando con los cuantiosos aportes que en contratos, compras, megaproyectos, petróleo y dinero líquido puro y simple viajan de Venezuela a Brasil y Argentina, es posible que tanto Lula, como los Kirchner aspiren a gobernar sus países hasta muy entrada la primera mitad del siglo XXI.

Entre tanto, Chávez solo les exige como contraprestación respaldo ante el proyecto neototalitario que lleva 10 años tratando de implementar en Venezuela y que solo por una lucha incontenible de sus obreros, campesinos, estudiantes, profesionales y empresarios ha logrado mantenerse a raya, o por lo menos, sin la violencia y crueldad que en los países del llamado socialismo real perpetró las más gigantescas violaciones de los derechos humanos que conozca la humanidad.

De ahí que no sea exagerado afirmar que la tragedia venezolana no se explicaría sin la vocación neototalitaria de Chávez, pero igualmente sin la cobardía y complicidad de un grupos de países del continente y de Europa que no han tenido coraje para ceder a los chantajes del dictador tercermundista que acaba autoaprobar una ley por la que el mismo se promueve a general de 4 estrellas y generalísimo de los ejércitos de Venezuela.

O sea, como un Idi Amín Dadá cualquiera.

Chávez se va otra vez de compras
Manuel Malaver
El Mundo

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