viernes, 8 de agosto de 2008

Digamos con Santa Teresa de Ávila: "Nada te turbe; nada te espante; todo se pasa" ...incluso esta diarrea.




Muchos habíamos comenzado a creer que no se trataba de un hombre normal, sino de aquello que llamaba Hegel "el espíritu del mundo" (Geist des Welt), un enviado de la providencia, la cuarta persona de la Santísima Cuatridad, o sea: Padre, Hijo, Espíritu Santo y Esteban. Pero el domingo retropróximo pasado, él nos dijo que era humano, quizá demasiado humano, como diría Nietzsche.

Lo dijo, además, más que tratando de convencernos a nosotros, como tratando de persuadirse a sí mismo. No deja de llamar la atención, de todos modos, que la condición de humanidad le venga, casualmente, por la esfera infradiafragmática. No olvidemos que, según Platón, la templanza reside en el diafragma y cuando lo que está por debajo se impone, sobreviene lo que se conoce como falta de moderación o temple.

Yo recuerdo perfectamente aquella cadena, porque la agarré mientras conducía y pensé que la radio del carro se me había echado a perder. En todas las emisoras se escuchaba un "¡ta-ta-ta-ta-ta!".

Recuerdo incluso que me detuve donde Popeye y le dije a Giacomo: "Chamo, se me jodió la radio". Él me respondió, muerto de risa: "Pendejo, es una cadena".

Fue memorable, pero quién iba a imaginar que mientras las piedras de los túneles eran demolidas por la primera mandarria de la patria, una fuerza mucho más íntima y, quizá hasta más demoledora, hacia el mismo trabajo en la primera infraestructura gástrica. Es que imaginaba los titulares si lo dicho hubiese acaecido en Francia, por ejemplo: Le Figaro encabezando su edición con "Le président Sarcosi presque caga". El New York Times: "Almost one shits the president Bush". Y hasta Der Spriegel en Alemania: "Man scheißt den Präsidenten voll". Claro que en esta patria, acostumbrada a todo, no hay nada que sorprenda.

En inevitable preguntarse cuántas puntadas de cólico están detrás del cambio del destino de tantos millones de seres humanos. Me pregunto cuántos venezolanos de los que hoy viven en Miami, en España, en Portugal o en Italia, se fueron, sin saberlo, por culpa de un cólico que lo desveló de madrugada y lo puso creativo, promoviendo un nuevo modelo educativo; estatizando un banco; sembrando, como leyes, lo que el pueblo rechazó como reforma; dando orden a los subalternos para que inhabiliten y un sinfín de etcéteras.

En fin, como dice el refrán, de nada sirve llorar sobre la leche derramada.

Digamos con Santa Teresa de Ávila: "Nada te turbe; nada te espante; todo se pasa" ...incluso esta diarrea.


Laureano Márquez
Diario Tal Cual

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