viernes, 16 de mayo de 2008
El zarpazo es para luego
Ya no hay dudas sobre quién es el Presidente venezolano. Lo que antes eran sólo sospechas, ahora son certidumbres. Ese cambio de percepciones ha producido giros tremendos: hoy Chávez echa de menos aquellos años en que le resultaba fácil encubrir su personalidad autoritaria y sus nexos con quienes desestabilizan la democracia en el continente.
Basta una mirada por el retrovisor de la historia reciente del país para reconocer cuán importante es el viraje cualitativo ocurrido y las potencialidades de sus consecuencias.
Hace cuatro años la oposición no conseguía convencer al mundo sobre los motivos que la inspiraban. Por causa de sus errores, el entorno externo desestimaba de plano sus denuncias en torno a las desviaciones totalitarias del régimen bolivariano. Nadie quería detenerse en los matices.
Al jefe del Estado lo valoraban como el dueño de un "estilo" ciertamente "folclórico", pero "inofensivo". Sus adversarios, en cambio, eran ponderados exclusivamente por los hechos del 11 de abril, sin consideraciones acerca del origen profundo de la confrontación.
A diferencia del presente, no había modo de que el caso venezolano fuera observado con los ojos con que deben mirarse los intereses de la democracia.
Todos reducían el problema a la existencia de un mandatario popular y de una oposición aventurera, incapaz de acertar en la definición de una estrategia que armonizara sus acciones con sus objetivos democráticos. Las desviaciones de Chávez eran desechadas: el peligro que representaba su conducta jamás ganó un primer plano.
Ahora la situación dio una voltereta. Aunque la oposición sigue arrastrando sus mismos dramas, el Presidente dejó de ser el bueno de la película. Finalmente, el mundo ha entendido que una cosa es la calidad de los adversarios de Chávez y otra muy distinta la justicia y pertinencia de sus demandas.
Poco a poco se comprende que buena parte de sus fracasos fueron causados por su inexperiencia para abordar una tragedia sin precedentes. El tema de la computadora tomará en cuenta este detalle.
El mundo conoce tanto al Presidente venezolano que no le dará el gusto de ofrecerle un tema para recuperarse. El entorno internacional sabe bien que Chávez ha estado buscando una guerra que le ayude a superar el descenso de su popularidad y que le permita continuar eludiendo sus responsabilidades El Presidente está obligado a gobernar y a resolver los problemas que hoy son causa de reclamos populares.
La agenda externa del Gobierno busca una causa nacionalista que entretenga al país hasta noviembre y que le impida los electores votar conforme a una evaluación de la gestión de Chávez. La computadora de Raúl Reyes certificará las denuncias sobre quién es Chávez en realidad. Será un escándalo, pero no llegará a más... por ahora.
No sólo la oposición venezolana necesita a un Chávez más debilitado: sus adversarios externos también lo requieren débil. El zarpazo es para luego.
Argelia Ríos
www.eluniversal.com
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