lunes, 29 de septiembre de 2008

Abuso sin freno y energía atómica


Quien no se haya dado cuenta a estas alturas de que Venezuela se ha convertido en una dictadura personalista, cuyo único fin será una república sui generis de un solo partido, una sola idea y una impar ideología, debería despertar de su adormecido letargo aunque fuese ya demasiado tarde.

Hugo Chávez actúa con las características apabullantes del déspota displicente. Si el dinero del petróleo mal manejado se convierte en detrimento de un pueblo sin otros valores para exportar, en las manos de un caudillo iluminado tan enorme fortuna es usada para su exclusivo servicio. Si a esto se le une la postración de los poderes del Estado que deberían formar la dignidad nacional, a los pies de un solo hombre, el resultado es la Venezuela entumecida de ahora mismo.

No hay libertad en su ecuánime concepto, sino jirones consentidos de ella hasta que se termine de tejer la inconmensurable red de la intolerancia que va cayendo sobre esta tierra que el gran jurista Juan Germán Roscio anheló ver emancipada en los albores de la independencia patria.

El acto de ayer en el Poliedro, en el que Chávez hizo uso durante cuatro horas de los medios poderosos de la nación para su campaña proselitista, es una faena humillante y despreciable de alguien imbuido en un despotismo soberbio sin que tenga que dar cuenta a nadie, más cuando a la señorita Lucena, presuntamente cancerbera de la ecuanimidad en la campaña electoral, la situó en la poltrona el dedo supremo.

Entre toda la marabunta que expande en sus arengas cuartelarias, este domingo anunció al universo (él habla Urbi et Orbi) que Venezuela tendrá un reactor nuclear con fines pacíficos -maléfica palabra en boca de un militar guerrerista- gracias a la madrecita Rusia, esa cuna de siervos retratada por Pushkin en "La hija del capitán".

El Presidente, al conocer de la historia global la parte amputada, zurcida y manipulada según los intereses políticos del momento, ahora está convencido de que si se lanza a los brazos del nuevo zar de Rusia, Vladimir Putin, cual amante despechado, pondrá en el sartén de los celos a Washington.

La energía nuclear no es infernal; sin ella el Cosmos no existiría, pero en manos de un gobernante poco cauto, la supervivencia de muchos estaría pendiendo de un hilo.

Alguien debería invitar a Chávez a la reflexión aunque proclame untoso "que toda nación tiene derecho a la energía nuclear", más a sabiendas de que el doctor Jekyll-Putin sería el herbario de esos polvillos de la muerte.

Rafael del Naranco
ND/El Mundo
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=438927

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