domingo, 12 de abril de 2009

La pandilla barinesa de salteadores de caminos jefeada por Hugo de los Reyes


Cuando el azote de barrio anda buscando pelea



El guapetón de barrio provoca burdamente una pelea


Al producirse la inicua sentencia contra los funcionarios de la Policía Metropolitana, ya yo había escrito mi artículo dominical. ¡Inch Alá!, escribiría si yo fuese musulmán. Porque hubiera reaccionado como lo ha hecho todo venezolano con una pizca de decencia: con estupor e indignación. Pero este tiempo de reflexión que me dio el calendario del periódico (establecido muchos antes de que yo comenzara a escribir ¡porque son cien años!), impidió que reaccionara acaso con rabia. Y eso es, a punto, lo que el gobierno busca de todos nosotros: está provocando un estallido, en el terreno que él escoja. Donde por cierto, quede a salvo lo que él más quiere en este perro mundo, y que no es, como mucho se ha dicho, el poder, sino, sobre eso incluso, el propio y gallináceo pellejo.

Ni lo uno ni lo otro No soy de quienes creen que todas las acciones del gobierno sean simples estallidos espontáneos e imprevistos del pendenciero Héroe del Museo Militar cada vez que se le aflojan las tripas como en 1992. Pero tampoco caigo en el otro extremo, el de pensar que todo lo malo que le ocurre al país es producto de un plan cuidadosamente elaborado en la sala situacional por los cubanos con sendas copias de El príncipe abiertas en el capítulo dedicado a dar consejos al déspota. Pero caletre o simple instinto, los azotes de barrio que "por ahora" nos mandan están siguiendo al pie de la letra la cartilla de las perores tiranías totalitarias del siglo XX (que, por cierto, ambas, la hitleriana y la estalinista, se arropaban con la bandera roja del "socialismo"). En este momento, están copiando al pie de la letra al menos dos de sus ingredientes más conocidos. El primero es el del asesinato moral, antes de la liquidación física. Para los vociferantes eunucos del totalitarismo, era necesario acusar a sus adversarios de los más abominables delitos antes de apiñarlos en las cárceles y en el caso de Hitler, hacerles respirar "gas del bueno".

Un viejo agravio al hampa militar No vamos a repetir una historia demasiado conocida, la de las sucesivas "noches de los cristales rotos" y de "los cuchillos largos" en Berlín, y la de los procesos de Moscú, ni de la Revolución Cultural china y el genocidio de Pol Pot en Cambodia: sólo señalaremos las, más que similitudes, copias al carbón en lo que con mucho tino, Teodoro Petkoff ha llamado "la semana de la vergüenza". Tanto a Manuel Rosales como al general Baduel se les busca asesinar moralmente, acusándolos de corrompidos. Es el mundo al revés: que tenga la desvergüenza de acusar a alguien de corrompido nada menos que el retoño de la pandilla barinesa de salteadores de caminos jefeada por Hugo de los Reyes; nada menos que por el gobierno que tuvo como diadema de su corona y hoy mantiene en el closet a la espera de nuevas fechorías a un José Vicente Rangel, de abolengo y progenie de ladrones. En el caso de los comisarios de la PM, no sería raro que en primer lugar, a Iván Simonivis se le estuviese cobrando un viejo agravio: ser el primer civil en dirigir la PM, y que lo hiciera infinitamente mejor que algunos de los generales escogido del hampa cuartelaria.

El viejo vicio A eso se une el viejo vicio hitleriano y estalinista de falsificar la historia: los hampones que el mundo entero vio disparar desde Puente Llaguno contra manifestantes desarmados, matando casi veinte de ellos, hoy andan libre y glorificados, y a estos honestos funcionarios una soldadera de poca monta (y nula vergüenza) los condena a la pena más alta que se haya aplicado nunca en Venezuela desde que en 1864 se abolió la pena de muerte. Lo mismo que hicieron los nazis grabando una estrella conmemorativa donde unos facinerosos asesinaron al Primer Ministro Walter Rathenau, quien había logrado sacar a Alemania del abismo económico. ¿Para celebrar a ese gran hombre alemán? No: a la gloria de quienes lo habían asesinado por ser judío. Lo mismo que hicieron los nazis proclamando que la justicia no tenía nada que ver con la verdad, sino con los intereses de la "revolución (nacional) socialista", como también pretendían que lo fuese.

Pero todo eso, repetimos, es historia conocida, y repetida por nuestra muy criolla, vernácula y militar hampa gobernante.

Cómo, dónde y cuándo Lo que queremos subrayar en este artículo es, por una parte, la necesidad de saber atacar en la forma cómo, en el sitio donde y en el momento cuando nuestros golpes sean más efectivos; no adonde nos está provocando el hoy curruña del criminal sudanés.

Si hemos insistido en que la más eficaz de nuestras armas ha sido el voto, debemos agregar que lo es "por ahora". No se trata de una adoración nuestra de esa o cualquier otra forma de lucha. No: hablamos sobre la base no de conjeturas ni de proyecciones al futuro, sino de resultados tangibles. En primer lugar porque ha sido allí donde se ha logrado vencer al militarismo. Vencerlo en lo que podríamos llamar lo mediato y lo inmediato. En efecto, pese al ataque conjunto del fraude y la represión asesina, por una parte, y por la otra del talibanismo abstencionista, no ha logrado el gobierno su mayor aspiración: hacerle perder a los venezolanos su confianza en la eficacia del voto. Y en lo inmediato, porque sólo allí se le han podido infligir derrotas puntuales, en 1907 y en 1908.

Colarse por esa rendija nos permitirá contribuir a minar las bases de la dictadura que se nos quiere imponer, guardando a la vez la pólvora seca para las grandes batallas, que debemos y habremos de dar en el momento en que "el sol de la victoria" nos alumbre, y veamos llegar ¡al fin!, el momento en que llamarse venezolano deje de ser una vergüenza.


Manuel Caballero
El Universal

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